Se cumplen 100 años de la revolución rusa
En 1917 Rusia cambió el destino del mundo con una revolución que consiguió todos sus objetivos durante el mes de octubre de aquel año. Los historiadores coinciden en que la fase más importante y decisiva del proceso revolucionario se produjo durante los meses de febrero y marzo, cuando el zar Nicolás II fue destituido y detenido después de fracasar su abdicación en el gran duque Miguel, quien renunció al trono incapaz de hacer frente a los acontecimientos que se estaban desarrollando en el país.
Con la destitución del zar y el asesinato de Rasputín que lo precedió, terminaba un largo periodo de autocracia en una Rusia mayoritariamente agraria y cuasimedieval.Tras la destitución del zar un Gobierno Provisional formado por representantes de las fuerzas políticas con más presencia en la sociedad rusa fue incapaz de mantener el orden mientras los Soviets (asambleas de obreros y trabajadores), dominados por los bolcheviques, se iban haciendo con el poder y en octubre, dirigidos por Lenin, tomaban en Petrogrado (San Petersburgo) el Palacio de Invierno, sede del gobierno de Kérenski (ausente en ese momento), culminando un proceso que terminó con la construcción por primera vez de un Estado de partido único.
En un principio los bolcheviques también eran contrarios a los Soviets, a los que habían reconocido como organizaciones eficaces para luchar contra el antiguo régimen pero incapaces de crear uno nuevo. Sólo cuando poco a poco fueron imponiendo su mayoría en ellos, violando muchas veces las normas aceptadas por todos, los transformaron en una organización de su partido y promovieron el eslogan “Todo el poder para los Soviets”.
Tomar el palacio de invierno
Cuando se cumplen 100 años de aquellos acontecimientos, la Historia ha analizado desde diversos puntos de vista aquella revolución, que estallaba en un momento en el que Rusia tenía ocupada una buena parte de su ejército en los frentes de la Primera Guerra Mundial. Uno de los libros más interesantes sobre aquel proceso es “La revolución rusa” (Debate) de Richard Pipes, un exhaustivo y documentado trabajo de investigación sobre la revolución que cambió el mundo. Pipes analiza aquí todos los elementos que desataron la revolución, desde la agonía del antiguo régimen, con las convulsiones previas que tuvieron lugar en 1905 (especial atención al domingo sangriento), hasta la postrevolución, después del asesinato de la familia imperial en julio de 1918 y la instauración del terror rojo en un Estado totalitario.
Richard Pipes documenta especialmente la cadena de errores que facilitaron la toma del poder por los bolcheviques, el último de los cuales fue la destitución del general Kornilov como comandante en jefe del ejército, una decisión que provocó la retirada del apoyo a Kérenski de las guarniciones de la retaguardia de un ejército cuyo grueso permanecía en las trincheras de una guerra mundial que minaba la economía y la convivencia de la sociedad rusa: “Cuando a finales de octubre Kérenski pidió ayuda militar para salvar a su gobierno del ataque bolchevique, los oficiales hicieron oídos sordos a sus ruegos” (p. 505).
Los bolcheviques tenían como objetivo liquidar el Gobierno Provisional de febrero, al que acusaban de ser partidario de la burguesía imperialista contrarrevolucionaria. Para ello promovieron la creación de un Comité Militar Revolucionario, controlado por Trotski, y facilitaron la entrega de armas a la Guardia Roja, que el día 25 ocuparía las estaciones de ferrocarril, las oficinas postales y de telecomunicaciones y el Palacio de Tauride, sede del Parlamento.
Cuando, dirigido por Lenin, se produce el golpe de Estado de octubre (después de un fallido putsch en julio), los bolcheviques ya tenían asegurada la legitimación de los Soviets. Sin su apoyo probablemente el golpe hubiera fracasado ya que los mencheviques y los socialistas revolucionarios estaban en contra de un golpe que se llevó a cabo por los bolcheviques a espaldas de todos los demás partidos. La estrategia de los bolcheviques consistió en considerar como contrarrevolucionarios todos los actos de defensa del orden institucional nacido de la revolución de febrero.
El 25 de octubre el Comité Militar Revolucionario, integrado por bolcheviques en su totalidad, exigió la rendición del Gobierno Provisional bajo la amenaza de abrir fuego desde el crucero “Aurora” contra el Palacio de Invierno y la fortaleza de Pedro y Pablo. Después de un breve intercambio de cañonazos los escasos defensores del palacio se retiraron y los revolucionarios entraron sin resistencia. Dice Pipes: “El Palacio de Invierno no fue tomado por asalto: la imagen de una columna de impetuosos obreros, soldados y marineros, tal como la muestra Eisenstein en su película ‘Octubre’, es una pura invención, un intento de dar a Rusia su propia toma de la Bastilla. En realidad, las turbas invadieron el palacio una vez que éste dejó de defenderse. Las bajas totales fueron cinco muertos y varios heridos, en su mayor parte víctimas de balas perdidas” (p.534).
El 26 de octubre, después de convocar de forma ilegal un nuevo Congreso de Soviets formado únicamente por afiliados bolcheviques, este organismo nombraba un nuevo Gobierno Provisional, con todos sus ministros también bolcheviques, que aprobaba todos los decretos de Lenin, su primer ministro, y manifestaba su intención de convocar una Asamblea Constituyente que, efectivamente, abrió sus sesiones el 5 de enero de 1918. Los bolcheviques la disolvieron al día siguiente para que no hubiera oportunidad de oponerse a los proyectos de Lenin. Convertir en realidad esos proyectos, que desembocaron en un Estado totalitario, les llevó tres largos años de guerra civil y millones de muertos.
Una revolución documentada
Sobre la revolución rusa se han escrito ríos de tinta, siempre entre dos visiones contrapuestas, la de los comunistas, que la defienden como la llegada de una nueva época para la humanidad, y la de los críticos de la revolución, que afirman que trajo un nuevo despotismo que sustituyó al gobierno autocrático de los zares. Tras la apertura de algunos archivos después de la desintegración de la Unión Soviética, los historiadores han podido disponer de nuevos documentos para analizar con mayor objetividad el proceso revolucionario.
Entre los libros que se han editado y reeditado recientemente sobre la revolución rusa hay clásicos como “Diez días que sacudieron el mundo” (Nórdica) de John Reed y novedades como “1917. La revolución rusa” (La Esfera de los Libros) de Rex A. Wade y “Nueva historia de la revolución rusa” (Taurus) de Sean McMeekin, visiones que analizan algunos mitos de la revolución que se han venido instalando en el inconsciente popular. Un estudio más pormenorizado es el coordinado por Eduardo González Calleja“Anatomía de una crisis” (Alianza Editorial). Un resumen de la revolución puede leerse en “Breve historia de la revolución rusa” (Galaxia Gutenberg) de Mira Milosevich.
Para quienes quieran tener testimonios de primera mano sobre aquellos acontecimientos es recomendable, además de algunas obras de Lenin, la lectura de “Historia de la revolución rusa” (Capitán Swing), de León Trotski, y las “Memorias” (Luis de Caralt) de Aleksandr Kerenski. También “El apocalipsis de nuestro tiempo”, de Vasili Rozanov.
El historiador Josep Fontana alarga los acontecimientos en “El siglo de la revolución” (Crítica), donde hace hincapié en lo que movió a los revolucionarios bolcheviques: la lucha contra la opresión y por la libertad y la igualdad. Acerca del oscuro episodio del apoyo de Alemania a Lenin a cambio de que su triunfo apartase a Rusia de la guerra mundial, es recomendable la lectura de “El tren de Lenin” (Crítica) de Catherine Merridale.
Sobre las consecuencias de la revolución, conviene leer “Los que susurran” de Orlando Figes, autor también de la conocida “La revolución rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo” (Edhasa) y “Vestidas para un baile en la nieve” (Galaxia Gutenberg) de Monika Zgustova, sobre nueve mujeres supervivientes del gulag. Y sobre los orígenes y desarrollo, “La venganza de los siervos. Rusia, 1917” (Crítica) de Julián Casanova.
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