Negocio al hilo de la revolución
El nuevo mapa árabe abre más oportunidades a empresas de EE UU
Un escenario con pros y contras
A veces, el mundo cambia para siempre por las cosas que no suceden. Las revueltas sociales en el norte de África han dejado imágenes que nunca hemos visto. Por ejemplo, la quema de banderas estadounidenses o las concentraciones y destrozos frente a sus embajadas. O las hasta hace poco habituales manifestaciones en contra de EE UU. Un presagio de que el sentimiento antiamericano, tan profundo en la zona durante décadas, empieza poco a poco a perder intensidad, lo cual abre oportunidades nuevas para las empresas y los negocios de aquel país en esa parte del planeta.
"Las revueltas políticas y sociales que estamos viendo podrían dar lugar a un ambiente más hospitalario para las inversiones de las compañías americanas a largo plazo", afirma David Singer, profesor de Ciencia Política del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Aunque matiza que, a corto, estas mismas empresas "aún permanecerán expectantes", pues a "ningún inversor, da igual el sector, le gusta la incertidumbre".
La quema de banderas de EE UU no ha formado parte de las protestas
Falta camino por recorrer pero en el aire hay síntomas de cambio que se pueden extender por la región. Y ya se sabe que en las primaveras el polen llega lejos. "El antiamericanismo ha descendido notablemente en los pasados tres años, con la excepción del mundo árabe y musulmán. En Europa parece que estamos viviendo ya en lo que Fareed Zakaria
[periodista de Time y CNN] ha denominado un 'mundo posamericano', que también se está transformando", reflexiona Sophie Meunier, investigadora en Woodrow Wilson School of Public and International Affairs, de la Universidad de Princeton.
Ese polen de optimismo también ha llegado a Hong Kong. Desde allí, Alicia García-Herrero, economista jefe de Economías Emergentes para BBVA Research, describe que "EE UU está mejor visto y valorado [con variaciones en función de los países] en el norte de África y Oriente Próximo. Esto abre, sobre todo a medio y largo plazo, unas excelentes, o al menos nuevas, oportunidades para las compañías estadounidenses. Por ejemplo, explotando hidrocarburos o reservas minerales".
Es bien sabido que Estados Unidos durante muchos años ha tenido en la región lo que los expertos llaman un "alto riesgo reputacional", algo todavía presente. El periódico israelí Jerusalem Post recogía una interesante encuesta elaborada por Pew Research Center, entre el 21 de marzo y el 26 de abril pasado, que señala que en la mayoría de los países árabes la valoración sobre EE UU es más desfavorable ahora que en 2009. Pero hay matices. Ya que esta visión crítica resulta muy baja en Líbano (49%) y muy alta en Jordania (84%).
Esta horquilla de porcentajes es el gran reto geoestratégico y económico de las empresas americanas. Para allanar el camino, y ganar confianza en la zona, apoyan las medidas anunciadas por Barack Obama para condonar deuda a Egipto por unos mil millones de dólares, además de garantizarle préstamos por igual cantidad con el objetivo de financiar infraestructuras y crear empleo. Túnez también se beneficiará de fondos para el desarrollo a cargo de Estados Unidos.
Y es que la economía, como la vida, se abre paso obviando otras consideraciones y acercándonos cada vez más hacia ese mundo "posantiamericano". "Es evidente que son los países emergentes de mayor crecimiento los que atraerán la atención de las compañías de países desarrollados, incluidas las norteamericanas, como ya está ocurriendo. Y una menor animadversión hacia Estados Unidos puede facilitar el proceso", vaticina José Luis Martínez, responsable de economía de Citigroup.
Aunque hay quien es menos optimista, como Said Hirsh, economista afincado en Londres y experto en la región en la consultora Capital Economics. "No creo que el cambio político altere necesariamente las posibilidades de inversión de las empresas americanas. Los regímenes que han sido depuestos (Egipto y Túnez) tuvieron Gobiernos proamericanos en el poder (Hosni Mubarak y Ben Ali), por lo que el futuro de las relaciones de EE UU con estos países es aún incierto", apunta. "Y el reciente apoyo financiero a estas naciones significa que todavía los americanos buscan asegurase a sus aliados en la región".
Al fin y al cabo, hay que aprender a mirar esta relación partiendo de grises, no solo en blanco y negro. "Los árabes no odian a los americanos, pero son escépticos con su política", admite Barah Mikaïl, investigador senior del think tank Fride. A su juicio, "es la naturaleza de la relación entre Estados Unidos e Israel la que explica ese sentimiento antiamericano en el resto de la región".
Todo esto sucede en una de las zonas económicas del planeta más vigorosas. Los anglosajones, tan dados a los acrónimos, agrupan a estos países bajo la nomenclatura de MENA (África del Norte y Oriente Próximo, en español). Un espacio que reúne a 400 millones de habitantes, la mayoría jóvenes -de edad media, 25,5 años-, y cuyo subsuelo atesora, según Goldman Sachs, el 48% de las reservas probadas de gas natural y el 61% de las de petróleo. De hecho, es la séptima región del mundo desde el punto de vista del PIB. Y dentro de MENA, como si fueran muñecas rusas, se esconden otras siglas: Consejo de Cooperación del Golfo (GCC, por sus siglas en inglés), que reúne a Bahrein, Kuwait, Omán, Catar, Arabia Saudí y Emiratos Árabes. Países con una renta per cápita alta, que en el caso de Arabia Saudí oscila entre 35.000 y 56.000 euros.
Son estos territorios de contrastes y de riqueza a los que las compañías estadounidenses pueden sacarle más partido. "Las petroleras americanas han tenido una presencia fuerte en la región. Si esta zona continúa su camino hacia la democratización y si los regímenes políticos son estables, podrían beneficiarse un cierto tipo de firmas extranjeras", apunta David Singer, profesor del MIT. ¿Ejemplos? "Túnez alberga empresas de EE UU de alta tecnología, farmacéuticas y de servicios. Compañías de estos sectores, del turismo, transporte, suministros médicos y agroeconomía podrían continuar su expansión en el propio Túnez, Egipto y a través de la región", prevé David Singer.
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Un escenario con pros y contras
El nuevo escenario árabe también ofrece fortalezas y debilidades a las empresas estadounidenses. "Estados Unidos ha establecido una red de acuerdos de libre comercio que ha funcionado muy bien en Marruecos, Egipto y Jordania", desgrana Gonzalo Escribano, director del programa de Energía del Real Instituto Elcano. Tratados que bien podría utilizar con el fin de impulsar su presencia económica. Sin embargo, el pasado también es una amenaza para su crecimiento. "Es cierto que en las revueltas no ha habido brotes de antiamericanismo, pero en los últimos diez o doce años en todos los países árabes ha empeorado la opinión sobre ellos", puntualiza Gonzalo Escribano.
Nadie ha dicho que este cambio de sentimiento fuera fácil. Pero si, por ejemplo, Estados Unidos participara con más intensidad (ahora el peso comercial le corresponde, sobre todo, a Exxon Mobil) en la industria petrolera de Libia y en sus casi 1,5 millones de barriles que exporta al día, significaría un cambio trascendente. Y tendría todo el sentido económico, ya que algunos países del Magreb se están volviendo complicados (ante la llegada de nuevos competidores) para las empresas americanas. Por lo tanto, ganar espacio en la zona resultaría geoeconómicamente valioso.
La presencia, por ejemplo, de China en esa parte del mundo es creciente. "El 45% (unas 45.000 personas) de los inmigrantes que llegan a Argelia provienen del país asiático", indica Javier Santomá, profesor de economía y finanzas del IESE. Acuden, sobre todo, a trabajar en la construcción. Y tampoco hay que olvidar los lazos tradicionales del Magreb con la Unión Europea. Así que el espacio para las empresas americanas se achica. Aunque si finalmente Estados Unidos logra darle la vuelta al calcetín del sentimiento, un prometedor escenario podría abrirse para sus empresas.
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