El debate sobre la devolución de los bienes culturales a las excolonias todavía no ha estallado en Portugal. Pero va a ocurrir. Angola está preparando una amplia identificación de las obras que quiere ver de vuelta, incluyendo las que están bajo la tutela de sus museos nacionales. “Es imperioso que la diplomacia angoleña, en colaboración con el Ministerio de Cultura y otros departamentos ministeriales, pueda dar comienzo a consultas multilaterales con vistas a regularizar la cuestión de la propiedad y de la posesión, por un lado, y por el otro, la explotación de los bienes culturales angoleños en el extranjero”, garantizó a la publicación Expresso, Carolina Cerqueira, ministra de Cultura de Angola.
Ya hay, incluso, algunas obras identificadas. “Existen obras en los museos de Etnografía y de Arqueología [de Portugal] en una muestra variada y diversificada de nuestra riqueza cultural, como por ejemplo, los mitadi, máscaras, cestería, cerámica, estatuillas de la cultura mbali, hachas pulidas del Neolítico, arte tchokwe, muñecas, entre otros”, desarrolla la ministra angoleña, subrayando que aún no se ha formalizado la repatriación de estos objetos.
El debate sobre la devolución de obras etnográficas de valor artístico o documental e incluso de restos humanos a los países de origen no es nuevo, pero recobró fuerzas hace dos semanas, con el anuncio de la decisión de Emmanuel Macron de devolver a Benín una colección de piezas de bronce, retiradas del país al final del siglo XIX, en el marco de una expedición militar punitiva contra los reinos del África occidental. Y con la presentación de un documento conocido como Informe Macron – el título oficial es “Informe sobre la restitución del patrimonio cultural africano. Para una nueva ética relacional” – entregado a finales de noviembre al Presidente francés con una propuesta para una política efectiva de devolución de los bienes culturales. El debate no va a salirse del orden del día. Macron anunció igualmente estar dispuesto a acoger en la primavera de 2019 una conferencia entre colaboradores africanos y europeos, con el objetivo de debatir el contexto y el destino de las obras que fueron retiradas de sus orígenes durante el período colonial.
La lista de las obras es “Urgente”.
En Portugal, el Ministerio de Cultura remite las preguntas sobre la cuestión a la Dirección General del Patrimonio Cultural (DGCP), y aunque este organismo no abarque todas las instituciones podría recibir las peticiones eventuales sobre la devolución. La DGCP dice que apenas tiene noticias de cualquier reivindicación del regreso de las obras de arte, piezas etnográficas o documentación de carácter histórico y añade que no se ha dado ningún paso para que se elabore una lista con los objetivos que podrían encontrarse en el centro de las solicitudes de restitución.
Sin embargo, especialistas como Francisco Bethencourt, exdirector de la Biblioteca Nacional y profesor del Departamento de Historia del King’s College de Londres, dicen que el asunto debe ser afrontado con atención y que la elaboración de un listado es esencial y urgente. “El caso de Portugal trae cola y antes de que se tome cualquier decisión, es necesario llevar a cabo una identificación de los objetos existentes, cuándo fueron recogidos, en qué circunstancias y qué han hecho los museos con ellos”, sostiene a su vez el exdirector del Centro Cultural Gulbenkian en París. Subraya que, “cuando sea posible”, este movimiento debería ser realizado con la participación de investigadores de los países de origen y afirma que “la devolución está resultando consensual porque es la forma más eficaz de pasar la página colonial y de crear nuevas condiciones de colaboración con los países soberanos e independientes”.
También António Pinto Ribeiro – investigador del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra y excomisario de la Fundación Gulbenkian y de la Culturgest – defiende que Portugal tiene que prepararse para las peticiones de devolución de los bienes que poseen los museos, las universidades y de los archivos. “El problema es grave porque no tenemos una lista de las obras, que podrían ser diez mil u ochenta mil, y las instituciones nacionales no están preparadas para lo que será uno de los grandes problemas de los próximos años”. Pinto Ribeiro destaca que las solicitudes solo pueden ser realizadas por los Estados y nunca a través de particulares y que es necesario comprobar si las obras fueron obtenidas de forma ilícita y si son relevantes para la identidad de una población o de una nación.
En Portugal, una de las instituciones que podría ser de las más afectadas es el Museo Nacional de Etnología, en Lisboa. El director, Paulo Costa, afirma sentirse preocupado por el precedente abierto por Francia, sobre todo en lo relativo a la reivindicación de las obras llamadas identitarias. “Ese criterio tiene que estar muy bien definido porque puede acabar con los museos tal y como existen actualmente. Podemos admitir que estamos entrando en un nuevo paradigma, por el cual todo tiene que regresar al lugar de origen, pero no podemos aceptar laxitudes”. Aunque afirma estar tranquilo en cuanto a las piezas expuestas en el museo que dirige: “No desconfío del origen de las obras”.
António Sousa Ribeiro, otro especialista en colonialismo, se refiere a que el debate tiene varios puntos de vista y recuerda la reacción de algunos investigadores ingleses cuando un día en Oxford comentó con ellos que Portugal tenía varias obras que el conde de Essex se había llevado de Faro a la Biblioteca Booleana. La respuesta no se hizo tardar: “Por lo menos aquí los libros están protegidos”. Aunque tenga un largo pasado colonizador, Portugal también fue objeto de invasiones de los ingleses y de los franceses, que se trasladaron algunas obras nacionales más allá de sus fronteras. En cuanto a la actual discusión, lo tiene claro: “Incluso si los museos europeos se quedan vacíos, debe respetarse lo que es de justicia y Portugal tendrá seguramente obras identitarias de otros países. No ganaremos nada escondiendo la cabeza como un avestruz”.
Diferendo antiguo
Lo explica a Expresso la ministra angoleña, “la controversia sobre la propiedad de las obras de arte africanas no es nueva”. Carolina Cerqueira se queja, con todo, de la precariedad de la legislación internacional, especialmente de la falta de retroactividad de la Convención de la UNESCO de 1970 contra la exportación ilícita de bienes culturales. El documento defiende la devolución del patrimonio propiedad cultural substraído a un país, pero “es omiso ante casos históricos, como los verificados en el curso de la era colonial”. La ministra asume que Angola se sumó a la convención pero todavía no la ratificó y que la intención del gobierno de João Lourenço es elaborar una lista de lo que se encuentra en el exterior. “Necesitamos hacer una identificación exhaustiva de las obras de arte de Angola que se encuentran en otros países, además de en Portugal, en Estados Unidos, Alemania, Francia, Bélgica, Italia y Brasil”. Por ello, ha dado indicaciones a los consultores del gabinete para que estudien la situación.
Sindika Dokolo, congoleño, el marido de Isabel dos Santos y uno de los coleccionistas de arte africano más importantes, está implicado en un proyecto de amplio inventario y de adquisición de las obras substraídas a Angola durante los 27 años de guerra civil. La ministra angoleña anuncia a Expresso el establecimiento de un acuerdo entre el Ministerio de Cultura y la Fundación Sindika Dokolo (FSD) “en el ámbito de la recuperación del acervo del Museo Regional de Dundo”, sobre todo, explica para “la identificación de lo que se encuentra fuera de Angola y que fue exportado ilícitamente. La FSD se compromete a prestar apoyo financiero, humano y material para la recuperación de las piezas, también a la identificación, a la evaluación y a su retorno”.
Exceptuando las declaraciones de la ministra angoleña, las demás excolonias portuguesas no parecen reaccionar a esta creciente tendencia reivindicativa de las obras. Contactado por Expresso, el Instituto Brasileño de los Museos dice que no se ha realizado ninguna petición por parte del Estado portugués para la devolución de los bienes culturales. Pero afirma que están en proceso de reivindicar cinco túnicas tupinambás que se encuentran en Dinamarca, Francia, Italia, Bélgica, Alemania y Suiza y que salieron de Brasil en el siglo XVII, tras la invasión holandesa. El ministro de Cultura de Mozambique no respondió al contacto de Expresso, pero Angola espera que su iniciativa no sea la única. “A nuestro parecer los pasos iniciales deberían darse en el marco de la CPLP (Comunidad de Países de Lengua Portuguesa), entre los países africanos de lengua portuguesa, o en el ámbito de la Organización de los Países del África Central o de la Unión Africana”, advierte la ministra Carolina Cerqueira.
Diferendos
*Hace cuatro años, la UNESCO solicitó ser mediadora entre Grecia y el Reino Unido en una disputa iniciada en 1982 para devolver a los griegos los frisos del Partenón expuestos en el Museo Británico. Es una de las batallas más antiguas acerca de la recuperación los bienes culturales pero está lejos de resolverse. Se refiere al inicio del siglo XIX, cuando el emperador británico retiró mármoles de la Acrópolis durante el Imperio Otomano.
*Egipto exige a 25 países la devolución de antigüedades retiradas de su país. Uno de los ejemplos emblemáticos es el del Museo del Louvre y la colección de momias, sarcófagos y todo una sección dedicada a antigüedades egipcias. La cabeza de Nefertiti, esposa del faraón Akenatón, está en Berlín y la Piedra Rosetta, crucial para la comprensión de los jeroglíficos, se encuentra en Londres.
*Otra batalla histórica se dio como consecuencia de las invasiones nazis. Al igual que Napoleón Bonaparte, Adolf Hitler envió a especialistas para que identificaran y recogieran lo mejor del arte existente en los países ocupados. Con la derrota alemana, algunas obras de Degas, Picasso, Matisse, Van Gogh, Gauguin, Cézanne y Renoir, por ejemplo, acabaron en manos de Rusia y de Estados Unidos, abriendo así un debate jurídico sobre la devolución de las obras.
G.C.
Terremoto museológico
El Informe Macron prevé que la devolución comience en 2019, pero los directores de los grandes museos se resisten.
En dos minutos y 32 segundos, Emmanuel Macron sacudió los cimientos museológicos europeos. El 28 de noviembre del pasado año, en un anfiteatro de una universidad africana, ante centenas de estudiantes y del Presidente de Burkina Faso, estableció una línea roja que según él no se puede franquear: “Soy de una generación de franceses para los cuales los crímenes de la colonización europea son incontestables y forman parte de nuestra historia y veo que de aquí a cinco años se reunirán las condiciones para la restitución temporal o definitiva del patrimonio africano a África”. La afirmación fue reforzada por una declaración del Palacio del Elíseo – “El patrimonio africano no puede quedarse prisionero en los museos europeos”. El impacto es evidente, pues según algunos especialistas citados en la prensa internacional, entre el 85% y el 90% del patrimonio africano se encuentra fuera de este continente”.
El discurso de Macron en África hace un año dio pie a la presentación del informe elaborado por una historiadora del arte francesa, Bénédicte Savoy y un economista senegalés, Felwine Sarr. Las 240 páginas proponen la devolución definitiva de las obras retiradas a las comunidades de forma ilícita y que son importantes para la construcción de la identidad de las poblaciones de origen. Con una excepción fundamental: siempre y cuando los Estados de origen las reivindiquen.
Las primeras obras devueltas será una colección compuesta por 26 piezas de bronces de Benín. Forma parte del acervo del Museo Quai Branly, que tiene un total de cerca de 70.000 objetos procedentes de África Subsahariana. Sin embargo, el problema rebasa las fronteras francesas. Según el periódico francés Le Monde, la actitud de Macron ahonda más aún una polémica que ya existe, por ejemplo, en Berlín sobre el destino del Foro Humboldt, que deberá albergar a partir del próximo año las colecciones antiguas etnológicas del Estado prusiano. En una carta abierta a Angela Merkel, 40 organizaciones africanas piden una reacción “a la iniciativa histórica” del presidente francés, a la cual el Departamento de Cultura del Ministerio de Exteriores respondió con la propuesta de una conferencia internacional, a semejanza de lo que ocurrió en 1998 en Washington con los bienes expoliados a las familias judías en la Segunda Guerra Mundial.
La cuestión que se plantea ahora es cuán lejos podrá llegar la iniciativa de Emmanuel Macron y de qué forma se podrá extender el precedente abierto a otros países. En 2016 el Presidente de Benín había solicitado la restitución de varias obras, al oír que las colecciones nacionales francesas son “inalienables”, es decir, que no pueden salir del territorio francés. En cuestión podría estar por lo tanto la necesidad de un cambio legislativo. El informe pretende, por ahora, que a partir del próximo año se devuelva un vasto conjunto de piezas simbólicas originarias de naciones como Nigeria, Senegal, Etiopía, Mali y Camerún. La segunda fase del proceso de restitución debe prolongarse hasta el año 2022 y comprende un inventario profundo de las colecciones francesas y su digitalización para que posteriormente pueda compartirse. La tercera fase deja abierta la conclusión de este proceso tan complejo.
La posición de los grandes museos europeos se mantiene en que la devolución de las obras de Benín no sea la primera de otras muchas. El director del Museo Británico, por ejemplo, ya dijo que el informe Macron no cambia la legislación británica ni las políticas de esta entidad, que tiene cerca de 73.000 obras africanas en su haber.
El hito fundamental en el enfoque de la evolución de estos archivos se remonta a 1970 con la Convención de la UNESCO sobre la Protección de los Bienes Culturales, ratificada por Portugal en 1985. Veinticinco años más tarde del texto de la UNESCO, se firmó en Roma la Convención Unidroit sobre Bienes Culturales Robados o Exportados Ilícitamente, aprobada por el Parlamento portugués cinco años después. En 2001, Portugal y Brasil firmaron un protocolo en materia de archivos, que determina por ejemplo que los países promuevan el intercambio, la organización, el inventario y las microfilmaciones de los fondos documentales recíprocos. Indicadores de un debate legal que comenzó hace décadas y que está lejos de terminar.
La próxima semana en Leipzig, en Alemania, tendrá lugar una conferencia con el título obvio “Herencia Sensible” para debatir sobre las restituciones de obras etnográficas, pero especialmente osamentas y otros restos reivindicados por países como Australia, Nueva Zelanda o Namibia. Otra señal de que el asunto no va a salir del escenario del universo cultural y de que 2019 promete ser un año bisagra para definir el futuro de este debate es que las devoluciones será el tema de la conferencia asociada a la asamblea general del Centro Internacional de Estudios para la Conservación y Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM) de Roma.
Como afirma Margarida Calafate Ribeiro, investigadora del Centro de Estudios Sociales de Coímbra,
“esta es una cuestión política y moral, que no se puede decidir sin la participación de los especialistas de los países implicados”. Y el epígrafe del informe Macron es claro en cuanto a la forma en que los autores del documento recién presentado afrontan la propiedad de las obras africanas por parte de los museos franceses. La cita es una carta del etnólogo Michel Leiris a su mujer en 1931: “Los negros son saqueados bajo el pretexto de enseñar a la gente a conocerlos y amarlos, o lo que es lo mismo, y en última instancia, entrenar a otros etnógrafos que de la misma forma los van a amar y saquear”.
C.M.
Una caja negra, difícil de cerrar
Prácticamente por todo el mundo se suceden ejemplos de obras, documentos y restos humanos en disputa.
Una estatua enorme oriunda de la Isla de Pascual es uno de los ejemplos más simbólicos del debate sobre la restitución de los bienes identitarios a los países de los cuales fueron substraídos. Para la población indígena de Rapa Nui, en el Pacífico Sur, la Hoa Hakananai’a es como si se les hubiese robado un pedazo de sí mismos. Espiritualmente importante, fue retirada de su hábitat original en 1868 por el comandante británico Richard Powell, sin cualquier petición de autorización. Entregada a la Reina Victoria, el gigante expatriado fue donado por la soberana al Museo Británico. En cuanto la población Rapa Nui conquistó la independencia administrativa de Chile en 2017, dio paso a reivindicar el retorno de la obra.
A pesar de adoptar una posición más conservadora, la institución británica accedió recientemente a devolver cenizas de los antepasados de los aborígenes de Tasmania. Los restos humanos son probablemente de los puntos más delicados de todo este debate, ya de por sí muy complejo. Para las poblaciones originarias, los restos humanos son considerados cuerpos insepultos, que tienen que ser debidamente honrados, y que no pueden exponerse a la vista del público o utilizados como elementos de estudio científico.
El Museo de Etnología de Lisboa por ejemplo tiene una cabeza reducida de un indio procedente de lo que hoy sería Perú, que se encuentra hace años en los depósitos del mismo, justamente por ser considerado un objeto de exposición éticamente delicado, como explicó a Expresso el director de la institución, Paulo Costa. Italia devolvió un obelisco a Etiopía pero aún no ha vuelto a casa una estatua de la Isla de Pascua.
El asunto es polémico y la inauguración del Museo Africano en los alrededores de Bruselas supone echar más leña al fuego. Una de las inauguraciones museológicas más esperadas de los últimos años, después de haber estado cerrado durante media década, la institución representaba uno de los ejemplos de instituciones que se asumían como colonialistas, pero el museo deberá revisar su enfoque tradicional y exponer las obras de las excolonias belgas, sobre todo del Congo, introduciendo precisamente elementos explicativos sobre el origen de las obras expuestas. El museo fue construido especialmente para exhibir las colecciones del Rey Leopoldo II y los 250.000 ejemplos de minerales y los 120.000 objetos etnográficos.
António Pinto Ribeiro, investigador y exprogramador de la Fundación Gulbenkian y de la Culturgest, explica que una de las primeras devoluciones fue llevada a cabo por Italia a Etiopía en 2005. En cuestión estaba el Obelisco Asoum, que había sido retirado por Benito Mussolini de este país en 1937. Anticipándose y “viendo el inicio concreto de este problema, en 2002, los museos de Berlín y 18 museos de Estados Unidos firmaron una Declaración sobre la Importancia y el Valor de los Museos Universales, en la que afirmaban sus derechos a la propiedad”, explica el especialista. Pinto Ribeiro añade que, “en 2010 se organizó otra reunión en El Cairo, a la que comparecieron países del sur de Europa, América Latina, Asia y África, y en la que se discutía la cuestión de la restitución y de la convención de la UNESCO”. “Ya sea por parte de las excolonias como de algunos países europeos, las señales son claras: las peticiones de la devolución se suceden y en 2018 la cuestión se ha acelerado considerablemente”, concluye.
C.M.
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Reportaje de Gustavo Costa y de Christiana Martins publicado en Expresso el 8 de diciembre de 2018.
El artículo ha sido reproducido por el portal especializado en cultura africana contemporánea portugués Buala, quien nos autoriza a traducirlo. http://www.buala.org/pt/a-ler/angola-quer-as-suas-bonecas-de-volta
Traducción del portugués al español: Alejandro de los Santos
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