Es una mentira política, que algunos activistas se han tragado, decir que fenómenos como el 15M ha surgido gracias a las redes. Han surgido gracias a la tecnología punta de la decisión, la que brota de una situación, a veces rayana en lo intolerable. Sin lo intolerable-real, la condición mortal, no somos nada. Gracias a que algunos, desafiando la burbuja digital que nos enreda, se atrevieron a volver a la ley de la gravedad, a tomar la decisión (infinitamente sofisticada) de ser fieles a la presencia real y capturar una sola idea en su engañosa complejidad, es posible que de vez en cuando ocurra algo. En una relación analógica con el deseo real estriba la violencia de todo lo que consigue romper el cerco de la publicidad, sea una escritora o un movimiento político. Es necesario usar siempre los instrumentos disponibles, una tecnología punta que cada época sirve al hombre. Pero los medios tecnológicos, tanto en Unamuno como en Malcolm X, tanto en Moore como en Teresa de Calcuta, representan sólo el conjunto de condiciones limitantes que hay que asaltar y atravesar para crear algo nuevo. Algo que es real porque aparece por fuera, afuera de los confortables interiores que nos fabricamos. La “aldea global” es más aldea que otra cosa. La globalidad es el nombre que hoy le damos al retiro, a un enclaustramiento doméstico que siempre ha sido inducido por el poder reinante. A su manera, ya lo decía Franco: “Hagan como yo, no se metan en política”.
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