La crisis nos deja exhaustos. Muchas veces con actitudes derrotistas, culpabilizantes, e incluso a veces competitivas o interesadas. Marea roja es un llamamiento a la solidaridad, y quizás a reencontrarnos o a afianzarnos en la espiritualidad positiva, responsable, cooperativa, propositiva y constructiva.
Que los intereses ciudadanos triunfen siempre es posible. Pero para ello tendremos que estar informados y saber manejar algunas dinámicas que pueden surgir y que son resultado de la vieja mentalidad derrotista, culpabilizante, competitiva e interesada.
Tenemos que aprender a manejar intereses, los individuales y los políticos, aprender a manejar nuestro ego, e incluso civilizar al pequeño político que algunos llevamos dentro.
En propósitos de organización ciudadana a largo plazo, tendremos que aprender a manejar la frustración y la rabia; y mantener un afrontamiento positivo y constructivo ante los problemas, de manera que nada nos aparte del objetivo.
1.Manejo de intereses particulares o políticos.
Algunos partidos políticos o sindicatos pueden acercarse y afirmar que comparten la idea de marea roja, que vendrán cada 9 al INEM para intentar salir juntos de la crisis.
Si lo hacen desde sus individualidades y capacidades nos ayudarán a todos a crecer. Pero si lo hacen desde su deseo de poder, de acaparar, pondrán a disposición del movimiento sus contactos e influencias para tratar de manejarlo a su antojo. Debemos ser conscientes de esta posibilidad, tratar de estar despiertos para identificarla y ser capaces de rechazar aquellas colaboraciones que traten de limitar o desviar nuestros proyectos de sus fines reales. Con las ideas claras, ganas de trabajar y fe en nosotros mismos, podremos hacerlo.
La idea es suficientemente amplia para que sea de todos y nos resulte útil a todos. No a unos más que a otros. El objetivo es que todos nos organicemos, nos sintamos líderes y partícipes tan solo como ciudadanos. La idea es global, por lo que no necesita de las instituciones para ponerse en marcha, y ninguna institución debe abanderarla. Las instituciones no tienen que ofrecernos su ayuda a cambio de nada, sino que debemos aprender a exigirles que cumplan con sus obligaciones, y para ello debemos saber cuáles son sus obligaciones y cuáles son nuestros derechos. Obligarles a asumir su papel, volverlos a poner al servicio del ciudadano.
2.Manejo de las administraciones públicas.
A veces podemos pedir algo a lo que tenemos derecho o negociar con las administraciones públicas para que apoyen nuestras iniciativas productivas o atiendan nuestras reclamaciones. Puede que nos contesten con caras altivas, caras de empanada, que un concejal nos de largas o que la alcaldesa se haga la lista.
Esto puede hundirte psicológicamente, y que el mal trago te quite las ganas de volver. Por eso hay que detener la ira, la frustración, seguir conscientes de que el único poder que deben tener las administraciones públicas es el que se le ha otorgado para hacer cumplir nuestros derechos.
Mantén la mente fría. Esto es una carrera de fondo. Cuando hables con un político o cargo público, siéntete tranquilo, les estás civilizando, enseñándole que está en ese cargo para garantizar derechos. Concéntrate en la fuerza espiritual que te da el saber que estás demandando cosas justas y que cada negativa suya es un incumplimiento de su deber. Llegado el momento se podrán tomar medidas contra él. Recuerda que como ciudadano eres el soberano y que él es un empleado tuyo. Trata de demostrarle que hacer su trabajo bien hecho incluye acceder a tus peticiones, siempre que estas sean legales y de su competencia. Y nunca consideres su ayuda como un favor. No le debes nada, porque él solo está cumpliendo con su trabajo.
Los cargos públicos a veces no hacen lo que deben porque no saben hacerlo. En la medida de lo que puedas, enséñales. A veces no lo hacen mejor porque nadie se lo exige, porque la impunidad les tiene mal acostumbrados. En la medida de lo que puedas, demándales. Civilízales, en definitiva.
Lee el plan de empleo de tu región, las competencias del SEPE en tu región y las de cada oficina. Fiscaliza a ver si se cumplen o no. Es posible que se cumplan sólo una parte y otras no estén priorizadas. Si entre las que no están priorizadas, hay alguna que consideras de especial relevancia para ayudar a solucionar tu problema o el de tu grupo de desempleados organizados, o el de todos los desempleados, pide cita con la administración competente y civilízala.
Recuerda ser siempre muy educado, hablar desde la tranquilidad de quien tiene la razón y no alterarte ni sofocarte ante la incompetencia de algún cargo público o político. Si no sabe o no quiere hacer su trabajo, toma nota de ello, reúne pruebas, difunde, busca apoyo legal y emprende acciones contra él.
3. Manejo de la rabia.
La contemplación de las injusticias, de la desigualdad, el sufrir injusticias, nosotros y nuestras familias, nos lleva a la rabia. Pero cuando nos dejamos llevar por la rabia damos miedo y eso desune. Necesitamos unir, esto es un esfuerzo cooperativo para todos y debe ser realizado por todos.
Para civilizar a tu político, modela con el ejemplo. Adopta una actitud civilizada.
Maneja también la frustración. Si no lo haces, tarde o temprano te llevará a la inacción o a la rabia. La primera paraliza y la segunda te vuelve destructivo en vez de constructivo. Las cosas no salen a la primera, pero no debes dudar de que saldrán más adelante, aunque los impulsores primigenios desaparezcan. Una buena idea solo puede prosperar. Probablemente el 9 de Marzo las cosas estén desorganizadas, o haya solo 10 personas y desperdigadas, pero siéntete seguro de que el 9 de abril habrá 100 y el 9 de mayo 1000.
4. Manejo de revienta-asambleas en las reuniones.
Cuando hay gente que expone críticas incoherentes con los temas tratados y con el único objetivo de desacreditar a otras personas o llevar la asamblea hacia un debate ideológico o partidista, tenemos que limitarle el tiempo de posesión de la palabra, comunicándole directamente que el tiempo es limitado, recordándole que hay más gente para exponer ideas. Puedes usar gestos asamblearios de bloqueo, rechazo o repetición si no quieres interrumpir, lo que resulta la manera más correcta de llamar la atención educadamente.
En la medida de lo posible, no perdamos el tiempo en discusiones estériles. Si alguien quiere hablar de propuestas que no contribuyan a un objetivo claro –autoorganizarse, autoemplearse, incidir en las administraciones públicas- podéis invitarlos a que se reúnan en otro grupo de “discusiones ideológicas”, o simplemente, podéis redirigir el debate hacia temas y propuestas constructivas sin entrar a formar parte de los debate estériles, ya que muchas veces su objetivo consiste precisamente en provocar la discusión, el debate estéril, o la pelea sobre las formas. Si un contenido no te parece interesante, evítalo y trata de redirigir el debate hacia temas productivos.
Vamos a promover la auto-organización para salir adelante. Motiva y apoya a los constructivos, orienta a los que no lo son para que no frenen a los demás e invítalos a aportar soluciones en vez de señalar problemas que todos conocemos.
Y con estas sencillas prevenciones, mantén la fe en los demás. Confía en los demás. Muchas personas dicen que las personas somos egoístas y que solo miramos para lo nuestro, pero eso no es cierto. Está comprobado que el ser humano es más feliz cuando ayuda que cuando es ayudado. Y a la iniciativa constructiva de la marea roja ya se han dirigido más de 1.500 personas antes de la primera reunión del 9 de marzo, por lo que no debemos permitir que esta constructividad sea convertida en crítica, llanto y protesta.
Hay que tener claro que nos reunimos para buscar soluciones y construir alternativas, y aunque muchos vendrán solo para ver qué sucede, o para ver si se les arregla la vida desde la marea roja, no debemos olvidar el potencial que tiene cada ser humano. Localicemos nuestro potencial para ayudar a construir alternativas, y tratemos de enseñar a todos a hacer lo mismo.
Cinco millones de desempleados vamos a ayudarnos, a organizarnos, vamos a dibujar un mundo nuevo para todos. También para los demás, para los que aún tienen empleo. Para que nosotros vivamos con esperanza y ellos sin miedo.