El Observatorio Nacional de la Violencia Policial lanza una aplicación que permite grabar las actuaciones de la Policía y enviar esos vídeos en tiempo real a servidores externos para evitar que sean borrados por los agentes. La iniciativa surge tras varios años de reflexiones en torno a los abusos policiales en el contexto de la huelga contra la reforma de las pensiones y las movilizaciones de los Chalecos Amarillos.
Hace menos de una semana, en la noche del sábado al domingo, en L’Île-Saint-Denis, municipio próximo a París, un joven se lanzó al Sena huyendo de una patrulla de la Policía. Tras sacarle del río, los agentes le llevaron entre risas y comentarios como “un morito como este no sabe nadar” a un furgón policial del que, poco tiempo después, empezaron a salir ruidos de gritos y golpes.
El caso es uno más de una larga cronología de abusos policiales en los barrios populares de Francia, en algunos casos con respuesta. Un territorio de extrarradio donde se conjugan inmigración, paro y racismo institucional, y en el que cada municipio da nombre a sonados escándalos de violencia policial: Clichy-sous-Bois, Mantes-la-Jolie, Noisy-le-Sec, Villeneuve-la-Garenne… Sin embargo, en L’Île-Saint-Denis, la agresión pudo ser filmada por varios testigos y difundida rápidamente por las redes sociales. Lo que obligó al Ministerio del Interior a pedir la suspensión temporal de los dos agentes implicados, apenas dos días después de conocerse los hechos.
Para Amal Bentounsi, portavoz del colectivo Urgente, Nuestra Policía Asesina y del Observatorio Nacional de la Violencia Policial, lo sucedido demuestra la necesidad de la aplicación para móviles que lanzaron el 10 de marzo. “Recibimos las imágenes de L’Île-Saint-Denis en nuestros servidores a las 4 de la mañana”, recuerda Bentounsi, “el testigo abrió la aplicación, grabó y así, aunque la Policía le incaute el móvil, las imágenes están a salvo”.
Bentounsi recalca que la Policía en Francia no tiene ninguna protección especial sobre sus derechos de imagen, como se recoge en un comunicado oficial del Ministerio del Interior de 2008, sobre el que se apoya su colectivo para dar un marco legal a su aplicación: “Queremos que los ciudadanos sepan que tienen derecho a grabar las actuaciones policiales. La Policía, muchas veces, se aprovecha de este desconocimiento y amenaza a la gente diciéndoles que es ilegal. Cuando no lo es”, afirma.
En el menú de la aplicación Urgence Violences Policières, el colectivo de Bentounsi da algunos consejos y recomendaciones técnicas para que las imágenes sean lo más claras posibles: mantener la calma, no gritar o hablar —para no distorsionar el audio— e intentar que se vean la cara y el número de placa del agente: “El objetivo es que los testigos pierdan el miedo a grabar a la Policía y no tengan que tomar las imágenes escondidos o desde lejos”, dice Bentounsi.
Cuando las imágenes llegan a los servidores de UVP, un grupo de voluntarios del colectivo se encarga de visionarlas y clasificarlas. Los usuarios de la aplicación, que se sustenta a través de donaciones, tienen que registrarse con una cuenta de Facebook o una dirección de correo y permitir el acceso a la aplicación a la cámara y la geolocalización del móvil. “Pero solo les pedimos que se identifiquen para poder contactar a los testigos en el caso de que las imágenes que manden sean interesantes”, señala Bentounsi.
Por su parte, el sindicato policial Alliance, conocido por la virulencia de sus campañas, ha contestado el nacimiento de la aplicación con un comunicado donde afirma que este tipo de iniciativa suponen un ataque a la presunción de inocencia de los agentes. Amal Bentounsi recuerda que su propósito no es “hacer ruido en las redes sociales”, sino acabar con la “sensación de impunidad” con la que según ella, actúa la Policía: “Que se sientan grabados puede disuadirles de usar la violencia”.
El colectivo al que representa Bentounsi, Urgente, Nuestra Policía Asesina, formado por familiares y víctimas de la violencia policial, busca denunciar lo que ella considera una violencia “sistemática”: “Hay una pirámide de intereses formados entre la Policía, la justicia y los políticos, que se sostienen y se apoyan. Los políticos rara vez hablan de los abusos policiales y, cuando lo hacen, son muy timoratos”. Amal quiere que la aplicación permita crear una relación de fuerzas contra la violencia policial: “Porque ahora mismo la Policía se siente impune. Y la impunidad crea monstruos”.
DE LOS BARRIOS A LOS MOVIMIENTO SOCIALES
Bentounsi explica que la aplicación surge tras varios años de reflexiones en torno a los abusos policiales y en un contexto, la huelga contra la reforma de las pensiones y las movilizaciones de los Chalecos Amarillos, en el que la sociedad francesa ha visto el uso gratuito y desproporcionado de la violencia por parte de la Policía. “A raíz de eso, la población es más consciente de lo que sufrimos en los barrios pobres”, señala: “Por eso animamos a todo aquel sea testigo de un abuso policial, a que nos mande las imágenes. Que nosotros las llevaremos a los tribunales. Solo así podremos hacer que la violencia aparezca en las estadísticas”.
Curiosamente, en 2019, el gran éxito de taquilla en los cines franceses fue la película Los Miserables, una historia de violencia policial en el extrarradio parisino. 25 años después de El odio (otro hito en la visibilización de la situación en los barrios pobres) el hilo conductor de Los Miserables parte de la experiencia de su realizador, Ladj Ly, quien aprendió a manejar la cámara como una forma de denuncia contra los controles y abusos que sufrían en su barrio.
En una de esas ocasiones, en 2008, Ly filmó la paliza que un grupo de policías le dieron a una chaval en el portal de su casa. La grabación de Ly sirvió para que, por primera vez, ese tipo de pruebas fueran aceptadas en un juicio.
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