La artista andaluza Cristina Lucas (Úbeda, 1973), comprometida con la realidad de su tiempo, trata de desentrañar lo que se esconde tras las estructuras de poder. Y más que hacer preguntas fáciles, intenta buscar las preguntas adecuadas. Esta creadora multidisciplinar protagoniza la cuarta entrega de la sección desde la que el periodista con raíces asturianas Gerardo López López –uno de los promotores del proyecto #Néxodos– comparte su mirada sobre mujeres artistas que le interesan…
CRISTINA LUCAS, la belleza de la reflexión y el compromiso
La reflexión y el compromiso son dos aspectos sin los que Cristina Lucas (Úbeda, 1973), la cuarta protagonista de esta serie, no entiende el trabajo artístico, un trabajo que la convierte en una referencia imprescindible en el arte español del siglo XXI. Es una artista multidisciplinar que abarca en su práctica artística, desde el dibujo y la pintura a la performace, el happening, la instalación, la fotografía y el vídeo, siendo precisamente en estas últimas disciplinas donde, en mi opinión, sus piezas alcanzan mayor interés, seriedad y contundencia.
Todos sus temas giran en torno al análisis de los instrumentos de poder y las limitaciones que estos imponen a la libertad individual y de determinados colectivos. El feminismo es uno de los ejes que vertebran su obra, pero también la violencia bélica, el abuso del capitalismo y sus paradojas o la hipocresía en el mundo del arte, todo analizado con buenas dosis de ironía y sentido del humor.
Otro de los aspectos más interesantes del trabajo de Cristina Lucas, es el uso que hace de las cartografías para abordar asuntos como el las consecuencias de la guerra, la arbitrariedad de las fronteras políticas o cuestiones de género. La artista señala en una entrevista con El Cultural que “hacer una cartografía es el intento fallido de entender algo mucho más grande que tú. Te ayuda a destapar cosas, que quedarán a la vista para siempre. Los primeros mapas son muy imprecisos, pero servían para navegar por los interminables océanos. Yo uso el mismo concepto”. Este uso de los mapas como materia artística y elemento de expresión de distintos conceptos, la une a un buen número de creadores que trabajan este elemento en sus obras y ha generado algunas de las piezas que se han convertido en referentes, como por ejemplo, “Pantone” (2007), “Mundo Masculino” y “Mundo Femenino” (2010) o la instalación “El rayo que no cesa” (2012).
“Pantone” se trata de un video-animación en el que genera unos mapas en los que combina una serie de colores con los límites geopolíticos de las naciones e imperios a lo largo de la historia. La pieza dura 41 minutos y en cada uno de ellos se reproducen los cambios correspondientes a un año, desde el 500 a.c. hasta el 2007, delimitándose con un color específico. Como señala la crítica de arte Lucy Quezada se produce “un cruce entre la visualidad del color y la historia del mapa mundial a lo largo de poco más 2500 años. La evidencia que queda en vista a través de este encuentro de discursos oficiales, es justamente aquello que se silencia a través de este mapa animado en colores; todo aquello que ocurre como parte del discurso de la historia universal para terminar constituyendo nuevas cartografías que –literalmente– pasan a formar parte del pasado a cada segundo”. En definitiva, la arbitrariedad y los intereses de los poderosos construyendo el mundo.
Otra de las obras más ambiciosas y en mi opinión más importantes de la artista, es la instalación “El Rayo que no cesa” (2015) que generó una estupenda exposición, “Manchas en el silencio”, celebrada en la sala Alcalá 31 en 2017. La pieza nace en el 75 aniversario del bombardeo de Guernica y trata de documentar, a lo largo de cinco años de trabajo con un buen número de colaboradores, todos los bombardeos sobre población civil que se han producido desde el comienzo de la historia de la aviación. Se genera una enorme base de datos representada estéticamente en tres pantallas en las que se va generando por una parte un mapa de los bombardeos, en la pantalla central, mientras en las otras dos aparecen los detalles de cada uno de ellos y una imagen del lugar bombardeado.
En la exposición “Manchas en el silencio” la pieza está acompañada de unos anti-mapas que señalan los lugares bombardeados con color negro y crean un mundo lleno de cicatrices. Además, la muestra se completa con fotografías, una serie de ordenadores conectados a los archivos y bases de datos de donde se ha obtenido la información y por último una serie de 360 relojes que representan los 360 grados del planeta y simbolizan la constante repetición de las mismas imágenes y de lo que pareciera la misma población civil una y otra vez bombardeada. En las guerras de hace décadas y en las contemporáneas, siempre las mismas víctimas.
Hay otras dos video-creaciones de Lucas que me gustaría comentar, antes de hablar de sus series fotográficas, una es “Habla” (2008) en la que aborda el tema del patriarcado en la historia del arte y que consiste en la grabación de una performance, en la que la artista destroza a golpes, con un gran martillo, una reproducción del Moisés de Miguel Ángel, con un resultado visual de gran potencia.
La otra pieza es “Europleasure International. Touch and Go” (2010), en la que aborda el tema del liberalismo y la destrucción de empleo que generó en el Reino Unido la política de Margaret Thatcher, como símbolo de lo que ocurre en muchos lugares del mundo a partir de que este liberalismo se ha convertido en ideología global. La artista invita a una serie de trabajadores de Liverpool, que perdieron su trabajo en tiempos de Thatcher, a manifestar su opinión tirando piedras a un almacén abandonado. La pieza, que forma parte de los fondos de la “Colección Arte Contemporáneo” que se alojan de forma permanente en el Museo Patio Herreriano de Valladolid y resulta un trabajo cargado de humanidad y reflexión, una obra que cumple muy bien con lo que la artista cree que es la función del arte: “mostrar algo sin respuestas, crear más dudas y sobre todo fomentar la reflexión”.
De las series fotográficas de Cristina Lucas destaco tres, dos centradas en la mujer y el feminismo, “El Viejo Orden” (2004) y “Las Hijas de Eva” (2008) y la otra que habla de los museos, su papel en la consagración de los discursos artísticos e incluso de los cuáles con los cuerpos autorizados y los que son desterrados, “Invisible Nude” (2010-2012).
“El Viejo Orden” es una serie fotográfica en la que reflexiona sobre la dialéctica del poder y su relación con el papel de la mujer en el hogar y en la familia. Está relacionada con una serie de dibujos titulada “Sección Femenina” (2003) en la que ilustra algunos de los valores que caracterizaban a la mujer en el ideario de la Falange Española. Cristina Lucas afirma que llegó mayor a los planteamientos feministas, pero ahora lo tiene muy claro, como afirma en Metrópolis: “Ser feminista y ser demócrata es lo mismo. No ser feminista es ser medieval”.
En “Las Hijas de Eva” las mujeres en distintos contextos y de diferentes edades se agarran del pelo como si quisieran elevarse. Hace en referencia en este trabajo a dos historias míticas, por una parte, a la del Barón de Münchausen, que se salvó de ahogarse es un pantano supuestamente tirándose del pelo a sí mismo, y por otra parte a la fábula Rapunzel, que utiliza su larga melena para ser salvada por el príncipe. Son dos historias en las que la liberación llega a través del pelo, pero cabe preguntarse ante estas imágenes si las mujeres de las fotografías quieren realmente ser rescatadas. De nuevo queda patente la ironía de la artista.
La última serie que quiero mencionar está también cargada de sentido del humor. “Invisible Nude” parte de la normalidad con la que las obras artísticas de desnudos cuelgan en las paredes de los museos, pero donde el desnudo real es siempre conflictivo y cuestionado. La acción desarrollada por la artista consiste en fotografiar las perfomances que desarrollan los y las modelos en los principales museos del mundo, que entran en una sala determinada y se quedan desnudos, dialogando con alguna de las piezas que cuelgan en la pared de la sala y siendo rápidamente expulsados por la seguridad. Además de lo más obvio, Cristina Lucas pone el foco en los museos con la intención de llamar la atención sobre la progresiva transformación que están sufriendo, convirtiéndose en “espacios de ocio” y lo que ella considera más peligro, en lugares que contribuyen a las operaciones especulativas del mercado del arte.
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