Transición vs. República(s)
JAIME PASTOR . Profesor de Ciencia Política en la UNED y redactor en ‘Viento Sur’
Si algo es ya reconocido desde los más diversos sectores de opinión es la constatación de que hemos entrado en una crisis de régimen que afecta a muchos de sus pilares fundamentales y, entre ellos, a la monarquía. Los escándalos de corrupción y de parasitismo en la “Casa Real” son sin duda el factor precipitante de este descrédito, pero no hay que olvidar el rechazo que ha ido encontrando Juan Carlos I por su papel activo en la defensa de la “unidad de España” y de las políticas ‘austeritarias’. Hasta el CIS sigue sin atreverse a preguntar sobre el rey desde el suspenso que obtuvo en octubre de 2011.
Caben esperanzas en que el inicio del proceso sucesorio abra la caja de Pandora de la crisis de este régimenAsí que, por fin, ese tabú que nos impusieron con el mitificado ‘consenso’ de la Transición y la leyenda inventada en torno al 23F se está rompiendo entre las gentes de izquierda y, sobre todo, entre las nuevas generaciones, menos socializadas en la nefasta “Cultura de la Transición”. Pero no nos engañemos: esa crisis afecta más al ‘juancarlismo’ que a la institución como tal y, por tanto, todavía existe un margen para que los cortesanos del IBEX 35, con Botín a la cabeza, y los partidos dinásticos intenten una “segunda transición” que, apoyándose en el príncipe, permita emprender una nueva operación lampedusiana. Por no hablar de la extrema derecha –en creciente desmarque frente a la cúpula del PP y un líder cada vez más ‘tocados’ por el síndrome Bárcenas–, dispuesta ahora a explotar el malestar social ante la crisis en un sentido xenófobo, demagógicamente eurofóbico e incluso republicano.
Afortunadamente, el nuevo ciclo de luchas abierto el 15M de 2011 con las protestas y mareas contra los recortes de todo tipo, junto con el desafío soberanista catalán al nacionalismo constitucional español, no van a facilitar que ese proyecto ‘felipista’ pueda desarrollarse en frío. Caben esperanzas razonadas en que el simple inicio del proceso sucesorio abra la caja de Pandora de la profunda crisis de este régimen y, con ella, la oportunidad de ir configurando una mayoría social republicana no sólo contra ese proyecto sino también frente a los que puedan venir de la extrema derecha o de UPyD. Esperemos que les sea difícil encontrar los tiempos y el ‘consenso’ necesario para hacer la “revolución pasiva” que pretenden unos o los 'monstruos' con que nos amenazan otros.
Idea fuerza
Empero, no debemos ignorar que para desbaratar esos planes y avanzar en un proceso destituyente de la monarquía y del régimen no basta con declararse antimonárquicos. Tenemos por delante la tarea de ir resignificando el republicanismo como idea fuerza asociada a una democratización radical de la política y, por tanto, estrechamente unida a la defensa de la soberanía de los pueblos y en confrontación, junto a los pueblos del sur de Europa, con los dictados de la troika.
Para ello no vendría mal recuperar y actualizar lo mejor de la tradición del republicanismo popular que se fue forjando desde mediados del siglo XIX, aquél que no sólo rechazaba el origen absolutista de la monarquía, sino que iba acompañado de la impugnación de la propiedad privada, la lucha por la laicidad del Estado y el rechazo a las “quintas”. Porque ahora, en medio de la peor crisis del capitalismo y del régimen actual, no basta con impedir la continuidad de una monarquía heredada del Franquismo: tenemos que ir construyendo un poderoso y plural bloque social. Un bloque que exija el respeto al derecho a decidir –incluida la independencia– de pueblos como el catalán, el vasco y el gallego y, con ellos, el de todos los pueblos para decidir sobre la forma de Estado, el pago de la deuda, las privatizaciones o los recortes. En suma, una nueva democracia basada en la autogestión de los comunes. En ese camino, propuestas que aspiren a responder a esas aspiraciones, como la aparecida recientemente en Catalunya a favor de “una candidatura unitaria que tenga como objetivo la convocatoria de la Asamblea constituyente que necesitamos para hacer una Constitución nueva para la República catalana”, podrían ayudar a demostrar que, como en la lucha contra los desahucios, “sí se puede” avanzar hacia un horizonte rupturista y republicano.
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