Panteras negras. ¡Es la revolución, baby! - Nodo50. Contrainformación en la Red
LA ACTIVISTA DE LAS PANTERAS NEGRAS PERSEGUIDA POR EL FBI, PUBLICA SU AUTOBIOGRAFÍA
La mujer más buscada de América
Casualidades de la vida. Un autor publica un libro y a los pocos días ocurre algo que le pone en primer plano. Ya sea ganar el Premio Nobel, recibir el Príncipe de Asturias… o que el FBI ofrezca dos millones de dólares por tu cabeza. Lo típico, vamos. La editorial Capitán Swing publicó hace unos días la autobiografía de Assata Shakur, activista de las Panteras Negras exiliada en Cuba tras fugarse de una cárcel estadounidense en 1979. No había dado casi tiempo a que el libro llegara a las librerías cuando el FBI incluyó Shakur en su lista de los diez terroristas más buscados. Es la primera vez que una mujer entra en ese ranking. Assata Shakur tiene el dudoso honor de formar parte de una lista reservada casi en exclusividad a miembros de Al Qaeda.
El 2 de mayo de 1973, hace ahora 40 años, Shakur fue detenida en New Jersey tras verse involucrada en un tiroteo en el que murieron un policía y un activista de las Pantera Negras. Fue condenada por el asesinato del agente en un juicio con dudosas garantías procesales: todos los miembros del jurado eran blancos y no se presentaron pruebas concluyentes contra ella. Eran los años de la lucha sin cuartel del FBI contra las disidencias sesenteras. Por las buenas o por las malas. En 1979, Shakur se fugó de la cárcel. Obtuvo asilo político en Cuba en 1984. Cuatro décadas después, las autopistas de New Jersey se han llenado de carteles con la cara de Shakur y un número de teléfono del FBI. ¿Por qué ahora? Suena raro que Shakur, que tiene 65 años y parece destinada a morir en Cuba, se haya convertido de pronto en una amenaza para la seguridad de EEUU. Los misterios del FBI son inescrutables, aunque se especula con tensiones geopolíticas de fondo: el caso viene enrareciendo las relaciones entre EEUU y Cuba desde los años ochenta. Washington califica a Shakur de “terrorista” respaldada por Cuba y La Habana de “perseguida política”, en palabras de Fidel Castro en 2005. Su caso demuestra también que las heridas del enfrentamiento entre los movimientos de liberación negros y el FBI en los años sesenta y setenta aún no han cicatrizado pese a la llegada de Barack Obama a la presidencia.
Hasta aquí la crónica de sucesos. Ahora vamos con el contexto histórico. O sea, con la biografía. Angela Davis, legendaria activista de las Pateras Negras, dice en el prólogo que “el rediseño de la imagen de Assata como enemiga pública omite el contexto político original y la retrata como una delincuente común, ladrona de bancos y asesina”. No es extraño, por tanto, que la autobiografía, que bascula entre lo personal (su infancia en el Sur) y lo militante (de las Panteras Negras a su duro paso por las cárceles de su país) funcione como contrapunto a esta imagen de asesina sin historia.
“El FBI no puede encontrar ninguna prueba de que yo nací. En el pasquín de búsqueda y captura, ponen como fecha de nacimiento el 16 de julio de 1947 y, entre paréntesis, No consta partida de nacimiento. Bueno, pues yo nací”, escribe Shakur al principio de un libro centrado en la construcción de una identidad en el contexto de la falta de derechos de la población negra en EEUU. En eso se empeñó desde su más tierna infancia: en convertirse en una persona con derechos; es decir, digna. “Toda mi familia se esforzaba por inculcarme un sentido de dignidad personal, pero mis abuelos en esto eran verdaderos fanáticos. Una y otra vez me decían: ‘Tú vales tanto como cualquiera. No dejes que nadie te diga que son mejores que tú. Mis abuelos me prohibieron estrictamente que contestara Sí, señora y Sí, señor, o que me mirara a los zapatos e hiciera gestos serviles al hablar con los blancos. ‘Cuando hables con ellos, les miras a los ojos’, me decían”.
Los puntos álgidos del libro no corresponden a su militancia política o a sus problemas con la justicia, sino a aspectos mucho más cotidianos relacionados con su infancia y adolescencia en los estados del Sur. El anecdotario no tiene desperdicio.
Primero: “Un año todos llevaban chapas en sus abrigos. Yo elegí una de Elvis Presley. Todos los niños de la escuela pensaban que Elvis molaba. Lleve esa chapa religiosamente durante todo el invierno, y ese verano, cuando fui al Sur, fui a ver una de sus películas. En Wilmington sólo había un cine al que pudieran ir los negros... Cuando terminó la película, fui abajo. Todos los niños blancos se iban con fotos del cantante que habían comprado. Si los niños blancos podían tener una fotos de Elvis, yo también. Al menos, lo iba a intentar. Me fui directa a la sección blanca del cine. ¡Qué sorpresa me llevé! Era como los cines de Nueva York. Tenían máquina de refrescos, otra de palomitas con mantequilla y todo tipo de patatas fritas, chucherías y cosas. Arriba en la sección de color, sólo había las mismas palomitas sosas de siempre, algunas barritas y nada más. En cuanto entré, todo se detuvo. Todo el mundo me miraba. Me acerqué al mostrador donde vendían las fotos. Antes de que pudiera abrir la boca, la vendedora me dijo: ‘Estás en la sección equivocada’. Quiero comprar una foto de Elvis Presley, dije. ‘¿Qué has dicho, perdona?’”. Conclusión: la pequeña Assata tenía coraje.
Y otro: “En 1950, el Sur estaba totalmente segregado. La gente Negra tenía prohibido ir a muchos sitios, y eso incluía la playa. A veces recorrían todo el trayecto hasta Carolina del Sur sólo para ver el mar… El nombre popular de la playa era Bob City, aunque mis abuelos insistían en llamarla la Playa de Freeman. A lo largo de mi infancia, ese apellido no tuvo mayor significado. Era como cualquier otro. No fue hasta que me hice mayor y empecé a leer Historia Negra cuando me di cuenta de su importancia. Después de la esclavitud, muchas personas Negras se negaron a usar los apellidos de sus amos y prefirieron llamarse Freeman, que significaba literalmente hombre libre… A la playa venía mucha gente pobre. Normalmente venían con un montón de niños y no tenían trajes de baño. Nadaban con la ropa que llevaban puesta. Muchos decían ‘No puedo soportar el sol’, ‘Ya soy bastante Negro, yo no me pongo al sol’. Era increíble la cantidad de gente que decía que eran demasiado Negros. Los mirábamos como si estuvieran locos, porque a nosotros nos encantaba el sol”.
El texto abunda en pequeños detalles sobre las barreras (visibles e invisibles) para hacerte un sitio en la sociedad cuando partes desde la marginalidad. El racismo no era únicamente no poder acceder a ciertos trabajos o entrar en ciertos lugares, sino también un sistema destinado a mantener tu autoestima bajo mínimos. “Desde que era pequeñita, recuerdo que la gente Negra decía: Los negratas son una mierda. Ya sabes lo vagos que son los negratas. Todo el mundo sabía lo que a los negratas les gustaba hacer después de dormir: dormir. A los negratas no les importa nada. La lista seguía y seguía. En general aceptábamos que estas afirmaciones eran verdad hasta cierto punto”. Conclusión de Shakur: los blancos “nos habían lavado el cerebro a todos y ni siquiera nos dábamos cuenta. Aceptábamos los sistemas de valores blancos y los estándares de belleza blancos y, en ocasiones, aceptábamos la visión del hombre blanco sobre nosotros mismos. Nunca habíamos tenido contacto con ningún otro punto de vista".
En ese contexto, el
shock cultural que se produjo en su cabeza cuando a mediados de los sesenta entró en contacto con revolucionarios negros fue de antología. El resto es historia (la de las Panteras Negras) y crónica de sucesos, aunque nada plasma mejor la transformación de
AssataShakur en otra persona (la activista política o la peligrosísima criminal que tiene en vilo a América, según prefieran) que un detalle tan tranquilizadoramente banal como un cambio de peinado en sus años universitarios: “Un día, un amigo me preguntó por qué no me dejaba mi pelo natural, afro. La idea ni siquiera se me había ocurrido antes. Pero cuanto más lo pensaba, mejor me sonaba. Siempre había detestado plancharme el pelo. Cuántas noches había pasado intentando dormir con rulos, envuelta en paños que se me hundían en la cabeza como un torniquete… La gente tiene razón cuando dice que lo que cuenta no es lo que tengas sobre tu cabeza sino dentro de ella. Puedes ser una persona revolucionaria y llevar el pelo planchado. Y puedes tener el pelo afro y ser un traidor a tu gente. Pero, para mí,
cómo vistas y el aspecto que tengas siempre refleja lo que quieres decir de ti misma. Cuando pasas toda tu vida maltratando tu pelo para que parezca de otra raza, estás haciendo una declaración muy evidente. Da igual si es el rizado engominado, rizos artificiales o lo que sea, estás haciendo una declaración”, zanja.
Y AssataShakur se dejó el pelo a lo afro. Y se armó el quilombo. Más tarde el afro se pondría de moda y un negro llegaría a la Casa Blanca (y no precisamente a servir los cafés). Pero por el camino mucha gente se dejó la vida en el intento.Y la cosa, por lo visto, aún colea.
Albin Senghor - Fotos: Stephen Shames- LDNM
Pocos movimientos revolucionarios de los años sesenta han destilado tanto glamour underground como el Partido de las Panteras Negras, sin embargo, su trayectoria dista mucho de un desfile de moda. Las Panteras crearon uno de los programas sociales de regeneración de los barrios pobres de las grandes ciudades norteamericanas más ambiciosos de su época y fueron el núcleo de una coalición de movimientos revolucionarios con una fuerte implantación étnica y social que llegó a tener cierto peso en la vida pública estadounidense, aunque sólo fuera como amenaza al statu quo. El resultado de la aventura revolucionaria tampoco fue muy chic: más de cuarenta muertos por arma de fuego y cientos de encarcelados.
Sin embargo, las Panteras Negras siguen siendo un mito político para todos aquellos movimientos políticos y culturales que se desenvuelven en los guetos, cada vez más numerosos, de las grandes ciudades europeas y americanas
Autodefensa y derechos civiles
Las Panteras Negras fueron el resultado de la evolución del movimiento de derechos civiles que, a lo largo de los años cincuenta y sesenta, había movilizado a negros y blancos contra la segregación legal y la discriminación cotidiana que sufrían los afroamericanos en Estados Unidos. Sus fundadores, Huey P. Newton y Bobby Seale, comenzaron su andadura política en uno de los muchos grupúsculos asociados al Black Power –el Revolutionary Action Movement (RAM)– que tras el momento álgido del movimiento de derechos civiles adoptaron una retórica revolucionaria. El RAM se disolvió en 1965, cuando tres de sus miembros fueron declarados culpables de querer atentar contra la Estatua de la Libertad, la Campana de la Libertad de Filadelfia y el monumento a George Washington.
Seale y Newton comenzaron a trabajar en los programas comunitarios contra la pobreza del ayuntamiento de Oakland y al poco tiempo, en 1966, fundaban el Partido de las Panteras Negras para la Autodefensa. Como anuncia el apellido del partido, el proyecto político inicial de las Panteras estaba centrado en poner en práctica la postura de Malcolm X favorable a la autodefensa, en un contexto de impunidad policial y fuerte represión en los barrios negros de las grandes ciudades industriales de Estados Unidos. Y esto, precisamente, es lo que Newton y Seale desarrollaron con las patrullas de vigilancia policial. Las patrullas consistían en un grupo armado de Panteras Negrasque seguían a la policía en su ronda rutinaria por el gueto para evitar que se cometiesen atropellos. Por supuesto, como recordaba Bobby Seale años después, el celo cívico de los Panteras no pasaba desapercibido a los oficiales de policía: "En un momento dado, el policía dice ‘¡No tiene derecho a observarme!’ y Huey le contesta: ‘No es cierto, una sentencia del Tribunal Supremo de California estableció que todo ciudadano tiene derecho a observar a un oficial de policía haciendo su trabajo siempre que se mantenga a una distancia razonable. En esa misma sentencia, se declara que a partir de diez pies se puede decir que existe una distancia razonable. Yo estoy a veinte pies de usted y le voy a seguir observando, le guste o no’".
En efecto, aunque cuando se habla de las influencias intelectuales de las Panteras Negras se suele hablar del Libro rojo de Mao, lo cierto es que en aquel momento se dedicaban mayormente a estudiar las leyes del Estado de California y a poner en práctica su derecho legal a ir armados hasta los dientes, siempre que las armas no estuvieran escondidas. De hecho, por mucho que pueda resultar un misterio a ojos de la izquierda europea, la primera aparición pública de las Panteras Negras fuera de sus barrios de origen, en Oakland, tuvo lugar en un acto reivindicativo a favor del sacrosanto derecho del ciudadano norteamericano a caminar por la calle con armas cargadas. Volviendo a Mao, Bobby Seale cuenta que, durante esta primera época, él y Huey se dedicaban a vender el Libro rojo a estudiantes blancos de Berkeley por un dólar y a comprar, cómo no, armas con el dinero que recaudaban. Seale asegura que no lo leyeron hasta un año más tarde.
Las panteras están en la casa
La primera campaña propiamente política de las Panteras Negras llegó a finales de 1967, tras la detención de Huey P. Newton acusado de asesinar a un policía. Bobby Seale lanzó una campaña masiva de apoyo a Newton bajo el lema "Free Huey" que incrementó la popularidad del partido en los barrios afroamericanos. A partir de entonces, lasPanteras Negras, que habían adoptado el análisis de clases marxista, se enfrentaron a algunos dilemas políticos que no habían formado parte de los repertorios del movimiento por los derechos civiles y el Black Power: el primero todavía estaba muy cargado de connotaciones religiosas, mientras que el segundo consideraba que el nacionalismo negro era una postura política suficientemente aglutinadora. En cambio, tanto Seale como Newton pensaban que el gran reto político al que se enfrentaban los Black Panthers era la movilización conjunta de un subproletariado negro formado por precarios y delincuentes y de los trabajadores industriales que componían la militancia urbana afroamericana tradicional. Según todas las crónicas, ésta fue la clave del éxito político de las Panteras Negras; unir a obreros, parados y pandilleros, hombres y mujeres, en un mismo proyecto de emancipación comunitaria.
Con este fuerte apoyo de base, las Panteras Negras fueron asimilando tanto los restos del movimiento de derechos civiles como a los líderes del Black Power. Entre estos últimos, destacan las figuras de Stokely Carmichael y Eldridge Cleaver, dos notorios activistas que pasaron directamente a la dirección de las Panteras Negras. Carmichael y Cleaver representaron las posturas del nacionalismo negro frente al internacionalismo marxista de Newton y Seale, y siempre recelaron de las alianzas con los izquierdistas blancos y chicanos. En 1970, Huey P. Newton, acuñó la noción de intercomunitarismo (a caballo entre la comunidad étnica y la solidaridad más amplia con otros colectivos) para definir los objetivos de las Panteras Negras en unos términos que no exacerbaran la división entre las dos corrientes del partido. Más tarde, el FBI explotaría sin piedad estas divisiones, llegando a provocar mediante sus infiltrados un tiroteo por el control de los cursos de estudios afroamericanos en el vestíbulo de la Universidad de California en Los Ángeles.
Sin embargo, era la vía internacionalista y de colaboración con otros movimientos la que se imponía inexorablemente. El imparable ascenso de las Panteras era un referente ineludible para la multitud de grupos de izquierda independiente que surgieron al socaire de la efervescencia contracultural. Las Panteras Negras fueron la inspiración directa de los Brown Berets chicanos o de los Young Lords portorriqueños de Nueva York y colaboraron activamente, entre otros, con los Students for a Democratic Society (SDS) que estaban organizando las revueltas estudiantiles de estos años, con el movimiento de jornaleros agrícolas de César Chávez, con los movimientos pacifistas californianos o con el Frente de Liberación Gay.
En 1968, los miembros de las Panteras Negras dejan de llevar armas permanentemente, una nueva hornada de militantes procedentes de la universidad llega al partido y gana peso una línea política que enfatiza la necesidad del trabajo comunitario en los barrios. En 1969, las distintas agrupaciones locales de las Panteras Negras ponían en marcha los llamados "programas de supervivencia", una iniciativa para proveer a los barrios negros de los servicios sociales que les negaba el Estado. El más famoso de estos programas fue el Breakfast for Children: los activistas daban desayunos gratis a los niños antes de que acudieran al colegio. Pronto le siguieron los programas médicos y dentales, programas de transporte para visitar a familiares presos y programas de atención a ancianos. Todo un sistema de welfare militante autogestionado que tuvo una repercusión descomunal. Como diría Huey P. Newtonaños después: "Por primera vez desde las rebeliones de esclavos anteriores a la Guerra Civil, los negros estaban respondiendo a una organización que intentaba construir instituciones comunitarias y que lo hacía bajo la bandera de una ideología política que desafiaba directamente a la democracia capitalista".
De la guerra total a la política local
A finales de 1969, diez mil niños desayunaban diariamente con los programas de supervivencia y un noventa por ciento de la población negra apoyaba a las Panteras Negras. En esas mismas fechas, ya habían muerto por arma de fuego veintinueve miembros del Partido, entre ellos los líderes Bobby Hutton y Fred Hampton, más de cien habían resultado heridos y otros tantos estaban en prisión. Aunque la imagen de las Panteras Negras dando de comer por las mañanas a los niños y por las tardes enzarzados en tiroteos de más de dos horas con la policía pueda resultar completamente estrafalaria, esta era la realidad cotidiana del Black Panther Party a finales de los años sesenta. Aunque el partido fue abandonando progresivamente el culto por las armas y nunca utilizó la acción armada como estrategia para conseguir objetivos políticos, el hecho de que llevar armas cargadas fuera uno de sus hitos fundacionales no ayudó a enfriar la situación, sobre todo, teniendo en cuenta que las Panteras contaban ya con más de cinco mil militantes a tiempo completo.
En 1969, el entonces director del FBI, John Edgar Hoover, estableció que las Panteras Negras y otros grupos subversivos constituían la mayor amenaza para Estados Unidos. También declaró que había que acabar por todos los medios con el programa comunista de desayunos para los niños. Las Panteras Negras pasaron a ser uno de los objetivos centrales del programa de contrainsurgencia COINTELINPRO y las tácticas de acoso se refinaron: no es que se acabaran los asaltos a tiros a las sedes de las Panteras, pero se complementaron con un programa extensivo de infiltraciones para favorecer los enfrentamientos internos en el partido. Como resultado de estos conflictos y de la persecución policial, Stokely Carmichael y Eldridge Cleaver decidieron exiliarse. El primero se instaló hasta su muerte en Ghana, bajo la protección del líder panafricanista Kwame Nkrumah. El segundo se retiró a Argelia, desde donde, con los infiltrados del FBI como única fuente de información, acusó repetidamente de reformistas aBobby Seale y Huey P. Newton, asegurando que la situación en Estados Unidos estaba madura para la revolución armada.
En los años setenta, a pesar de que Elaine Brown sustituye a Seale y Newton en la dirección del partido y la línea política se centra cada vez más en los programas sociales, siguen los asesinatos, como el de George Jackson en la prisión de San Quintín, y se producen cada vez más escisiones. Entre 1972 y 1973 las Panteras Negras dan un giro a su política y se centran en la política electoral local presentando a Bobby Seale y Elaine Brown a la alcaldía de Oakland. Para pasmo del partido demócrata, Seale queda segundo entre seis candidatos. A partir de este momento y hasta los años ochenta las Panteras irían desvaneciéndose entre la atonía de la política local, los sucesivos encarcelamientos y las muertes violentas de sus miembros, como Huey P. Newton que muere asesinado por un traficante de drogas en 1989. A pesar de este anticlímax final, que comparten con muchos otros movimientos de izquierda de los años sesenta, el mito de las Panteras Negras ha ido creciendo durante años y su rastro se deja sentir desde las banlieues parisinas hasta el hip hop underground. Años despues, Bobby Seale resumiría así las causas del éxito y de la derrota de las Panteras Negras: "Nos cayeron encima porque habíamos puesto en marcha una revolución verdadera, desde la base, para la gente normal. Teníamos un programa articulado y habíamos hecho coaliciones en las que cruzábamos las líneas de separación racial".
PROGRAMA DE 10 PUNTOS
En 1967, las Panteras Negras irrumpieron en la escena política estadounidense con un programa de diez puntos en el que resumían su ideario político:
1. Queremos la libertad, queremos poder para determinar el destino de
nuestra comunidad negra.
2. Queremos pleno empleo para nuestro pueblo.
3. Queremos que se acabe la rapiña de nuestra comunidad negra por parte del hombre blanco.
4. Queremos viviendas decentes, adaptadas al ser humano.
5. Queremos para nuestro pueblo una educación que muestre la
verdadera naturaleza de esta sociedad americana decadente.
Queremos una educación que enseñe nuestra verdadera historia y
nuestro papel en la sociedad actual.
6. Queremos sanidad gratuita para todas las personas negras y la gente oprimida.
7. Queremos que todos los hombres negros quedemos exentos del servicio militar.
8. Queremos el fin inmediato de la BRUTALIDAD POLICIAL y del ASESINATO de la gente negra.
9. Queremos la libertad para todos los hombres negros detenidos en las
prisiones y en las cárceles federales, estatales, de condado y municipales.
10. Queremos que toda la gente negra procesada sea juzgada en
tribunales paritarios o por miembros de la comunidad negra, como está
previsto en la Constitución de Estados Unidos.
Queremos tierra, pan, vivienda, educación, vestido, justicia y paz.