“Se llevan el dinero fuera y despiden a los trabajadores” | Comunidad Valenciana | EL PAÍS
Contra los recortes, contra el Gobierno, contra la corrupción. Los lemas de la multitudinaria manifestación que discurrió anoche por el centro de Valencia giraron en torno a esos tres ejes. Pedro, funcionario, y Jacinta, profesora de Algemesí, sintetizaban el sentir general en la pancarta que portaban: “Todos los corruptos a la cárcel y embargados, comenzando por el presidente [Mariano Rajoy]”. “Se está arruinando al país, se roba los dineros a la gente pobre y se llevan el dinero fuera, mientras se despide a los trabajadores”, explicaba Pedro.
Unas 75.000 personas, según los organizadores, y unas 12.000, según la Policía Local, se sumaron a la marcha en la que confluyeron las cuatro columnas convocadas por la Cumbre Social en las Torres de Serranos, Torres de Quart, Pont d'Aragó y Plaza de España. Fue, en cualquier caso, la manifestación más multitudinaria de los últimos meses.
Encabezaba la protesta una pancarta conjunta con el lema Totes les personas i totes les reivindicacions juntes. “Estamos al límite y queremos una democracia verdadera, que se acabe la corrupción, que se acaben los recortes y que no se ataque más el bienestar social y los derechos laborales y sindicales", señalaba Alberto Martínez, representante de ATTAC, uno de los colectivos convocantes. Unas 40 entidades ciudadanas, sociales, sindicatos y otros colectivos organizaron la protesta inscrita en el movimiento estatal Marea ciudadana. En Alicante y Castellón también hubo manifestaciones.
Por las calles del centro de Valencia se escucharon gritos como “Gobierno dimisión” o “Políticos al paro, banqueros a la cárcel”. También consignas contra la monarquía y a favor de la república, acompañadas con banderas. Se vieron pancartas, pero menos que en convocatorias sectoriales. Sanidad pública para todos, Por una educación pública y de calidad decían algunas de ellas. Hubo muchas alusiones a los sobresueldos supuestamente pagados en el PP tanto verbales como escritas.
Junto a Mariano Rajoy, el expresidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, fue otra de las dianas del gentío. Sobre todo cuando la marcha pasaba por delante de su domicilio. La gente se paraba y coreaba “culpable, culpable” o “chorizo, chorizo”. Una mujer vestida de fallera fue especialmente jaleada. Se situó frente a los policías, apostados a ambos lados del portal, mostrando su cartel ante el aplauso de la riada de gente. Senyor pirotècnic pot començar la revolució, decía.
La marcha desembocó en la plaza del Ayuntamiento. Allí, un extrabajador de RTVV, despedido por el ERE de la televisión pública, leyó el manifiesto de los organizadores. Denunciaron que la Comunidad Valenciana, después de 18 años de gobierno del PP, “se encuentra en el furgón de cola en cuanto a derechos y libertades”, y es “pionera en despilfarro de los presuntos públicos, en propuestas de ocio megalómanas y en una corrupción política sin parangón en Europa”.
Como alternativas y “soluciones” propusieron “justicia social y ambiental, transparencia y democracia participativa" y la “defensa de unos servicios públicos de calidad y universales”.
La manifestación fue impulsada por las asambleas del 15-M de la Comunidad Valenciana, los sindicatos CCOO, UGT, Intersindical y CGT, los partidos Esquerra Unida y Compromís, la Coordinadora de ONGD, la Confederació d'Associacions de Venïs i Consumidors de la Comunitat Valenciana o Acció Cultural del País Valencià. Se unieron otros colectivos como Stop Desahucios o trabajadores de RTVV o FGV, e inmigrantes que reivindicaban una sanidad "para todos”.
La canción, símbolo de la Revolución de los Claveles, resucita como himno contra los recortes
El pasado viernes 15 de febrero, un grupo de 30 personas
interrumpió de golpe al primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, mientras esté pronunciaba un discurso en el Parlamento al cantar, afinadamente, con varias voces, la vieja y hermosa
canción-emblema de la Revolución de los Claveles, Grândola, Vila Morena. No insultaron a nadie. No gritaron nada. Se limitaron a cantar. La actriz Joana Manuel, de 36 años, una de las participantes, lo explica: “Con esa canción no hacía falta añadir más, todo quedaba dicho”.
La policía portuguesa les expulsó de buenas maneras, después de darles tiempo para acabar. Todos pertenecían a la activa asociación Que se lixe a troika (“que se joda la troika” o “que le den a la troika”), un grupo independiente, sin filiación política o sindical pero capaz de capitalizar el descontento social y organizar
la mayor manifestación popular en Lisboa desde, precisamente, los tiempos de la Revolución de Abril de 1974. Los treinta se citaron en el Parlamento casi en secreto, casi como militares conjurados. Nadie, salvo ellos, sabía lo que iban a hacer: ni periodistas, ni amigos, ni parientes ni políticos. Incluso, como en las películas de espías, inventaron una expresión en clave, “excursión a la ciudad”, que emplearon cuando preparaban la protesta para hablar por teléfono sin dar pistas.
El vídeo de la canción y del rostro en silencio (aunque sonriente) del primer ministro dio la vuelta al país en pocas horas y atravesó más de alguna frontera.
La protesta cuajó. Y se extendió. Y se extiende. Desde esa mañana varios ministros del Gobierno conservador de Passos Coelho han sido interrumpidos, en sendos actos, por grupos corales que atacan
Grândola, por lo que se ya conoce en Portugal como una
grândolada. El ministro de Finanzas, Vítor Gaspar, escapó el jueves a la suya al acudir a una conferencia casi una hora antes de lo previsto y al aplicar un exhaustivo control del derecho de admisión a la sala.
Grândola, Vila Morena es mucho más que una canción en Portugal o, incluso, que un pedazo de la historia del país. En la madrugada del 24 de abril de 1974, la emisión en una emisora de radio de este tema del cantautor José Afonso —conocido como Zeca Afonso— sirvió para que los capitanes implicados en la Revolución de los Claveles supieran que la rebelión acordada se ponía en marcha en ese preciso momento. Los militares habían elegido esa canción (un homenaje de Afonso a la ciudad de Grândola por su compromiso social) en un concierto celebrado pocos días antes, el 29 de marzo, en Lisboa. E hicieron de ella, simplemente, una consigna, casi una señal horaria. Pero el pueblo portugués la convirtió en un himno vivo, en el símbolo puro de la democracia conquistada en la calle, de la libertad ganada.
En ese concierto remoto del 29 de marzo de 1974 participó un músico y escritor llamado Nuno Gomes, de 66 años. Entonces cantó, junto a Zeca Afonso, por primera vez, Grândola, Vila Morena. Hace 10 días volvió a cantarla en el Parlamento. Por una razón: “Es cierto que los tiempos no son los mismos. Pero el sueño del 25 de abril sigue todavía por cumplir”. Y porque la canción contiene una estrofa que aún vale y la define: “El pueblo es el que manda”.
Passos Coelho, que aguantó la canción con una sonrisita forzada, respondió elegantemente esa mañana a pesar de todo: “Es la mejor manera de ser interrumpido”. Y hay miembros del Gobierno portugués que han denunciado que la canción pertenece a todos los portugueses, incluidos ellos.
Ana Nicolau, de 36 años, realizadora, otra de las participantes en la protesta, no está de acuerdo. “Esa canción es, simplemente, el símbolo de la democracia, y es la democracia la que está en peligro, porque ahora quien gobierna en Portugal no es un Gobierno elegido por el pueblo, sino la troika, a quien nadie ha elegido”.
Paula Nunes, de 46 años, otra de los integrantes de Que se lixe a troika, productora de cine y de espectáculos teatrales, colabora, además, en varias asociaciones caritativas de ayuda a los sin techo: “Y por eso conozco la realidad. Y por eso sé cómo están las calles”, dice. Y añade: “Había que cantar Grândola en la casa de la democracia portuguesa. Hay que obligar a los políticos a que se pongan a cuidar de su gente”.
Otro de los participantes fue Carlos Mendes, de 65 años, un conocido músico en Portugal que participó en 1968, el año que ganó Massiel, en el Festival de Eurovisión. “Ver cómo este Gobierno se comporta como una marioneta
en manos de la troika indigna a un pueblo que sabe lo que costó conquistar la libertad. Por eso esta canción sigue viva”.
Hay razones tácticas además de sentimentales o políticas. El movimiento Que se lixe a troika ha organizado para el próximo sábado una manifestación —que se prevé masiva— a fin de protestar contra las medidas de austeridad y los recortes que ahogan el país. Y la difusión masiva del vídeo —y la profusión un poco guerrillera de las sucesivas grândoladas propinadas a ministros— están sirviendo de detonante ante la convocatoria para la marcha.
Con todo, los integrantes de aquel coro recuerdan otra escena que no se vio en la tele: “Esa mañana había una visita escolar en la Asamblea”, cuenta Nunes. “Y cuando empezamos a cantar, algunos de esos chicos, de once, doce o trece años, se sumaron a nosotros. Se levantaron y se pusieron a cantar Grândola también.