Por Susana Alaníz en Diario de Ferrol
Alo largo de los meses de septiembre y octubre, las mujeres hemos sido las protagonistas en las diferentes mesas-debate de Fuco Buxán.
Cualificadas representantes del campo de la Política, la Salud, la Cultura... han repasado el antes y el después del desplome de nuestros derechos, enfrentadas hoy al dolor y la impotencia de ver cómo se van recortando todos los logros de un pasado reciente que pretendían poner coto a tantas agresiones y, no menor medida, a ser despersonalizadas como sexo.
Las mujeres, ninguneadas (“sexo débil” llegaron a llamarnos) por un machismo de amplio espectro político, hemos dado muestra, a lo largo de la Historia, de ejemplar valor y fortaleza. Nuestra aportación, desde puestos de vanguardia, en todos los campos (la Ciencia, el Arte, las luchas sociales...) sólo la cuestionan ya los más reaccionarios ultramontanos del Sistema...
Hoy, por obra y desgracia del PP, el papel de la mujer vuelve al siglo XIX con una Ley de Familia retrógada: la mujer, “la pata quebrada y en casa”, sin posibilidades de trabajar, asegurándose una independencia económica... Estudios, ¿para qué? Las cuatro reglas, corte y confección y un poco de cocina.. Para ser esposa y madre que críe hijos para el cielo basta y sobra... ¿Para cuándo el velo y la ablación del clítoris..?
En un sombrío presente, nos vemos obligadas a reivindicar, de nuevo, una sociedad donde se reconozcan y garanticen las condiciones de igualdad y vida digna para todas las mujeres, en especial las pertenecientes a uno de los grupos más vulnerables: la mujer inmigrante, doblemente discriminada por razón de sexo y como clandestina, en el marco de una sociedad sexista, todo ello sin perder de vista que tal atropello llega a contemplarse formando parte de su ordenamiento jurídico.
La salida de sus países de origen por falta de oportunidades provoca en estas mujeres una quiebra en sus vínculos familiares, ya que muchas veces deben dejar sus hijos con los suyos para poder emigrar. Cuando una mujer emigra, se ve condenada a vivir en dos mundos paralelos y, a menudo, en conflicto: uno lo componen los recuerdos, vivencias y sentimientos familiares y el otro, una sociedad –no siempre receptiva, hostil, a veces– a la que llega y a la que trata de adaptarse cada día.
Sumemos a esto todas las dificultades a las que se ve enfrentada, desde un punto de vista administrativo, lingüístico, económico, psicológico.., y todo ello enmarcado en una amenazante situación de ilegalidad, que la convierte en un ser desposeído de todo tipo de derechos a nivel laboral, sanitario, educacional... La inmigrante ilegal puede ser explotada –sexualmente o en cualquier otro campo, incluso familiar–, porque “no existe” al no tener papeles, ni poder reclamar, porque ello supone delatarse, corriendo el riesgo de ser expulsada. Las mafias conocen todo esto y actúan en su siniestro tráfico de mujeres; lo hacen a la vista de todos, día tras día, con una impunidad tan significativa como sospechosa.
El miedo, con frecuencia el terror –por ellas mismas, por sus hijos...–constituye para la inmigrante ilegal el amargo pan de cada día.
Aun en los más flagrantes casos de explotación y/o de maltrato, las mafias y los maltratadores saben que la dependencia económica es una de las razones de más peso a la hora de optar por no presentar denuncia, lo cual les asegura impunidad: sus víctimas no tienen a dónde ni a quién acudir y, en la mayoría de los casos, ni siquiera conocen las leyes que podrían protegerlas.
Resulta de máxima urgencia poner sobre el tapete el tema de mujer y emigración, con el fin de que nuestra sociedad pueda encontrar, consensuar y poner en marcha soluciones que acaben con una inexcusable situación de desamparo y abandono de la mujer frente a la violencia. No olvidemos que la desigualdad es su principal semilla y caldo de cultivo y que el maltrato contra las mujeres es la violación de Derechos Humanos más extendida, oculta e impune.
Es tarea de hombres y mujeres la revalorización de la sensibilidad, la emotividad, la dependencia afectiva mutua, como parte fundamental, útil y necesaria para la supervivencia de una Humanidad que merezca llamarse de ese modo.
Susana Alaniz González es directiva y responsable del área de Inmigración en la A.C. Fuco Buxán
Cualificadas representantes del campo de la Política, la Salud, la Cultura... han repasado el antes y el después del desplome de nuestros derechos, enfrentadas hoy al dolor y la impotencia de ver cómo se van recortando todos los logros de un pasado reciente que pretendían poner coto a tantas agresiones y, no menor medida, a ser despersonalizadas como sexo.
Las mujeres, ninguneadas (“sexo débil” llegaron a llamarnos) por un machismo de amplio espectro político, hemos dado muestra, a lo largo de la Historia, de ejemplar valor y fortaleza. Nuestra aportación, desde puestos de vanguardia, en todos los campos (la Ciencia, el Arte, las luchas sociales...) sólo la cuestionan ya los más reaccionarios ultramontanos del Sistema...
Hoy, por obra y desgracia del PP, el papel de la mujer vuelve al siglo XIX con una Ley de Familia retrógada: la mujer, “la pata quebrada y en casa”, sin posibilidades de trabajar, asegurándose una independencia económica... Estudios, ¿para qué? Las cuatro reglas, corte y confección y un poco de cocina.. Para ser esposa y madre que críe hijos para el cielo basta y sobra... ¿Para cuándo el velo y la ablación del clítoris..?
En un sombrío presente, nos vemos obligadas a reivindicar, de nuevo, una sociedad donde se reconozcan y garanticen las condiciones de igualdad y vida digna para todas las mujeres, en especial las pertenecientes a uno de los grupos más vulnerables: la mujer inmigrante, doblemente discriminada por razón de sexo y como clandestina, en el marco de una sociedad sexista, todo ello sin perder de vista que tal atropello llega a contemplarse formando parte de su ordenamiento jurídico.
La salida de sus países de origen por falta de oportunidades provoca en estas mujeres una quiebra en sus vínculos familiares, ya que muchas veces deben dejar sus hijos con los suyos para poder emigrar. Cuando una mujer emigra, se ve condenada a vivir en dos mundos paralelos y, a menudo, en conflicto: uno lo componen los recuerdos, vivencias y sentimientos familiares y el otro, una sociedad –no siempre receptiva, hostil, a veces– a la que llega y a la que trata de adaptarse cada día.
Sumemos a esto todas las dificultades a las que se ve enfrentada, desde un punto de vista administrativo, lingüístico, económico, psicológico.., y todo ello enmarcado en una amenazante situación de ilegalidad, que la convierte en un ser desposeído de todo tipo de derechos a nivel laboral, sanitario, educacional... La inmigrante ilegal puede ser explotada –sexualmente o en cualquier otro campo, incluso familiar–, porque “no existe” al no tener papeles, ni poder reclamar, porque ello supone delatarse, corriendo el riesgo de ser expulsada. Las mafias conocen todo esto y actúan en su siniestro tráfico de mujeres; lo hacen a la vista de todos, día tras día, con una impunidad tan significativa como sospechosa.
El miedo, con frecuencia el terror –por ellas mismas, por sus hijos...–constituye para la inmigrante ilegal el amargo pan de cada día.
Aun en los más flagrantes casos de explotación y/o de maltrato, las mafias y los maltratadores saben que la dependencia económica es una de las razones de más peso a la hora de optar por no presentar denuncia, lo cual les asegura impunidad: sus víctimas no tienen a dónde ni a quién acudir y, en la mayoría de los casos, ni siquiera conocen las leyes que podrían protegerlas.
Resulta de máxima urgencia poner sobre el tapete el tema de mujer y emigración, con el fin de que nuestra sociedad pueda encontrar, consensuar y poner en marcha soluciones que acaben con una inexcusable situación de desamparo y abandono de la mujer frente a la violencia. No olvidemos que la desigualdad es su principal semilla y caldo de cultivo y que el maltrato contra las mujeres es la violación de Derechos Humanos más extendida, oculta e impune.
Es tarea de hombres y mujeres la revalorización de la sensibilidad, la emotividad, la dependencia afectiva mutua, como parte fundamental, útil y necesaria para la supervivencia de una Humanidad que merezca llamarse de ese modo.
Susana Alaniz González es directiva y responsable del área de Inmigración en la A.C. Fuco Buxán
No comments:
Post a Comment