Thursday, December 20, 2018

¿Quien define la agresividad negra militante? Medidas y euforias de los grupos opresores – Afroféminas

¿Quien define la agresividad negra militante? Medidas y euforias de los grupos opresores – Afroféminas





En 1962, Malcom X nos dijo que ante las ofensivas racistas utilizaría cualquier medio necesario para la liberación de su pueblo. Hoy, en 2018, todavía nos preguntamos qué herramientas son las que necesitamos y lo que nos falta para llegar hasta conseguirlo, ya que cualquier medio necesario son miles de alternativas y decisiones al respecto.
Cualquier medio necesario comprende muchas cosas, desentendimientos y dolores acumulados. Cualquier medio necesarioes la elección de quien tiene una urgencia declarada, y justamente aquí reside nuestro problema: nosotras la tenemos.
Con frecuencia nos percibimos en la necesidad de discutir la importancia de no personalizar críticas y direccionamientos hechos para una clase específica. Esta personalización, fruto de una construcción que gira en torno a egos, angustias y la frustración de no ser el centro del mundo para quien crece oyendo que todo le contempla, representa y pertenece, ocurre de manera deliberada y con frecuencia entre las personas blancas. En ese sentido, es importante hacer el ejercicio de colectivizar los discursos y pautas que forman parte de nuestro cotidiano, ya que tales vivencias van mucho más allá de ellas mismas. Lo que evidenciamos es parte de cuestiones estructurales, históricas y determinantes de nuestras visiones del mundo, del futuro y del discurso de las otras personas.
Así, reitero: asumir las posiciones sociales que tenemos, es parte de una honestidad necesaria para quien busca la transformación social. Quien se conoce a sí mismo y el lugar que ocupa en sociedad, logra saber por quién es oprimido pero principalmente, y con mucha más intensidad, logra percibir las categorías a quien oprime macroestructuralmente todos los días.
Saber a quién oprimimos es un paso fundamental para evitar la hipocresía característica de los que dicen percibir los problemas en la vivencia de los demás, pero no consiguen asumir su parte de responsabilidad directa e indirecta en los sucesos micro y macroestructurales que les rodean. Así, contribuir al cambio es mucho más que llorar todos juntos y verbalizar empatía, hay que modificar lo que hay en uno mismo que contribuye a esos llantos diarios.
De ahí la importancia de empezar a cuestionarnos los motivos de clasificar a militantes negrxs que no vacilan en sus posicionamientos como personas agresivas. Además, es importante empezar a cuestionarnos acerca de nuestra romantización sobre cómo debe ser la categoría militante, colocándola como hecha de personas que se emocionan y son sensibles a ciertas cuestiones, pero no pueden hacer que sus opresores lloren.  Aquella que es ofendida pero no puede ofender.
Revisar el lugar en que están nuestros discursos nos ayuda a dejar de defender la idea de que no hay lados y estamos todas y todos de la mano en uno solo. La necesidad de ser suficientemente humildes para comprender a las otras personas está en la línea tenue y cualquier vacilación puede empujarnos hacia una romantización innecesaria, o frena una denuncia necesaria para quien quiere esconderse en su lugar de privilegio.
Mientras existan clases con privilegios por encima de otras, todavía faltan reivindicaciones, diálogos y grandes y pequeñas discusiones que tienen que darse. Mientras nos neguemos a comprender esta cuestión también estaremos evitando estar frente a frente con nuestros propios privilegios, y perder algo como parte del lado opresor. De la misma forma, mientras no sabemos, por el lado de acá, imprimir una discusión argumentativa y suficientemente fuerte, estaremos perdiendo oportunidades de comprensión como lado oprimido.
Cuando estamos a punto de perder un privilegio -siempre político, sea él discurso, de comprensión o posicionamientos- es que ponemos a prueba nuestra real empatía con los grupos sociales que necesitan cambios. Es en ese punto está la encrucijada: o aceptamos el dolor de modificarnos, o caemos en la desesperación de señalar y culpar a quien nos hizo llegar hasta ahí.
En ese sentido, el campo político es siempre una línea de disputas, y vence quien consigue llevar más gente consigo y colocar más armaduras alrededor de las propias concepciones para evitar que las impacten. Así, la política no siempre es sobre quién grita más alto, sino sobre quién grita con más verdad y convicción.
Encontrarse a sí mismo y a su colectivo ha sido siempre uno de los mayores peligros que una clase históricamente oprimida puede ofrecer, y el punto clave es que cada vez hay menos lugares a los que dirigirse. Aquí es donde vive el miedo de los grupos opresores: hablamos por nosotros mismos y estamos descubriendo quiénes somos. Sabemos la verdad sobre las posiciones a las que nos empujan y empujamos a ocupar, y estamos convencidos de que la solución es esta, después de la empatía lacrimógena y romántica que los grupos opresores una vez u otra poseen.
Sabemos que la cuestión es de otro orden, y lo que hay que abdicar para que sea contemplada. En este punto, lo necesario se refiere al reconocimiento individual de las partes racistas que cada persona alimenta en su interior, sin caer en la trampa de culpar a quien lo señaló y que ha descubierto que existe. Y esto puede ser una petición para que escuchen con más voluntad de dialogar a las personas que señalan y discuten el racismo en ustedes. Entender a lxs opresorxs es el primer paso para dejar de añadir más problemas a la comunidad negra.
Queremos que las personas sean conscientes de sus propios discursos, ya que esta es la única manera de poder tener un diálogo directo y eficaz entre las dos partes involucradas. Por lo tanto, la solicitud es simple: conocer su racismo, desconfianza y los intentos de esconderlos bajo el tapete antes de perderse en un intento de mantener su posición en la sociedad intacta.
Estamos observando, estamos llegando a vosotras y en su mayoría, sabemos cómo identificar las ofensivas de aquellos que fingen que no se lesionan de la discusión. Ya sea, hombre o mujer, lo único que hay que hacer es más simple de lo que parece: ninguna de estas posiciones, mientras caminemos, tendrá derecho a estar de pie.

Luádia Mabel de Lima Cesário

Wednesday, December 19, 2018

155 via franquista al descalabro

El 155 es la vía franquista para intentar solucionar un conflicto que mejor sería solucionar a través de un referéndum, es decir a través de una vía democrática, mucho más efectiva y ética. Publicada en /

Marina Skell en Yo decido: amor, sexo y muerte salen al encuentro | Periodistas en Español

Marina Skell en Yo decido: amor, sexo y muerte salen al encuentro | Periodistas en Español







Marina Skell en Yo decido: amor, sexo y muerte salen al encuentro

Una mirada feminista sobre las cosas más simples deja al descubierto los mecanismos del poder para no perder privilegios.
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La obra YO DECIDO. Amor, sexo y muerte (así escrita, con diferentes tamaños y grafías) es todo un regalo porque su protagonista, una mujer de mediana edad pero atractiva y sobrada de encantos, ha decidido contarlo todo y darlo todo.
Yo decido cartelComo actriz y como mujer, no se le puede pedir más. Una heroína como ésta puede, a  través de los hechos que jalonan su propia historia, reivindicar el papel de otras muchas mujeres -y hombres, ¿por qué no?- que así se ven reflejados en sus aventuras y reivindicaciones.
Cualquier ser humano y -yo añadiría- cualquier animal, tiene cabida en este repertorio de ninguneos y superaciones que la polifacética Marina Skell (actriz, directora, guionista, fotógrafa y gestora de la sala Pol Point) protagoniza como única intérprete de este espectáculo unipersonal sobre el precio que ha de pagar una mujer por ser ella misma.
Su mirada feminista sobre las cosas más simples (abusos, falta de oportunidades, memoria selectiva, religión, raza, familia…) deja al descubierto los mecanismos que el sistema crea para que el poder nunca pierda sus privilegios.
Marina Skell lleva en su haber un bagaje plagado de éxitos con montajes como Mi MadreSerrat y yo o Cuestiones con Ernesto ‘Che’ Guevara, pero con Yo decido, por tratarse de un monólogo tan intenso, ha preferido limitarse a su papel de actriz y distanciarse dentro de lo que cabe como mujer de teatro, creando esa cuarta pared tan necesaria para poder abarcar tanto y tan hondo sin enfangarse… y eso lo ha logrado delegando la autoría en su marido Carlos de Matteis, alquien que, conociéndola muy bien, no es ella.
Bajo su autoría y dirección, Marina Skell nos ofrece una obra feminista con mirada femenina, que aborda cuestiones universales que afectan al género humano y -repito- al animal.
Como colofón y colmo de planes teatrales, Marina Skell es una gran anfitriona y, ya puesta, lo mismo te hace unas brownies que un humus, todo casero. Nadie puede salir de su función sin celebrar, discutir, compartir, colmar.

Ficha técnica:

  • Reparto: Marina Skell
    Autor, director y luces: Carlos de Matteis
    Producción: Plot Point
    Chelo: Marina Sorín
    Escenografía y vestuario: Noelia Gaztelumendi
    Fecha de la función comentada: domingo 16 de diciembre de 2018

Vox Popului, ... Por Iolanda Teixeiro

Vox Popului, ... Por Iolanda Teixeiro - En tempos de crises inducidas polo proprio sistema capitalista botar man dos fascismos é o xogo nas democracias de moedeiro nas que nos movemos - Ártabra 21





Iolanda Teixeiro [*]
19.12.2018


VOX POPULI

Vox populi é unha expresión latina que significa coñecido por todos, eis, do dominio público. E coñecido por todos son os auxes dos fascismos na Europa. En tempos de crises inducidas polo proprio sistema capitalista botar man dos fascismos é o xogo nas democracias de moedeiro nas que nos movemos. Á subida dos fascismos dos tempos dos nazis temos que lle engadir hoxe, a falla dun modelo alternativo de sociedade dentro do Capital, isto é do paradigma do Crecemento. A guerra pola enerxía fosilista, co petróleo e o gas, escaso e a piques de se esgotar nun mundo globalizado e dependente desas enerxías suxas, os conflictos territoriais pola apropiación dos territorios comunitarios en todo o planeta, maiormente onde abondan as materias primas coas que funcionan o mundo do derroche ilimitado e ostentoso, van seguir desprazando a millóns de persoas sen que barreira algunha sexa quen de os deter porque non teñen nada a perder dende o momento en que xa llelo roubamos todo. Eis que eses mesmos asasinos de territorios para o lucro corporativo son os que aldraxan os nacionalismos soberanistas que só pretenden defender a terra, a cultura e o xeito de vivir das comunidades.

Vox populi, si, coñecido por todos é que ese partido chamado Vox, que pretende ser a voce do povo, vén de acadar unha ducia de escanos no parlamento andaluz. Cun presidente, Abascal, de sangue fascista herdada duns xenes que medraron ao abeiro dunha transición intransitável pola que grande parte do que hoxe se autodenomina esquerda transitou e transita. O día despois todos son a se pasmar de que o povo andaluz, subsidiado, acurralado nun territorio que nunca foi seu, á sombra dos privilexios democráticos dos que segue gozando desde o medievo a acó o ducado de Alba, unha terra de señoritos latifundiarios ao mellor estilo de Los santos inocentes de Delibes e sen un político de esquerdas digno de tal nome que teña o afouto dun Azarías... todos son a se pasmar de que Vox, o partido xenófobo, o partido homófobo, o partido antifeminista... triunfe en a penas unha lexislatura. Sobre todo porque anque é coñecido por todos non é do dominio público no sentido en que os financeiros deste partido invisten máis aí, na campaña cotiá que fan nos medios de masas do que o fan no traslado das cinsas de Franco. Eis que mentres o Psoe governa ao abeiro do Capital sen ter movido un dedo por resgatar a educación das mans das oligarquías nacionalcatólicas e o resto dos que se sitúan á esquerda (agás partidos marxinais) adícanse a fazer non máis que actos simbólicos e reivindicativos  mentres se aproveitan das esmolas que deita o poder, Vox e adláteres forman elites en Deusto e inoculan no povo, hiperconectado mais iletrado, o veleno do ecofascio desde os seus muitos centros de difusión (Cope, Intereconomía, 13TV, esRadio, ABC, La Razón...) con moreas de axouxeres e gatos ao auga que  uns oídos acríticos, egoístas...que relacionan crise con democracia, están máis que dispostos ao oír. Mais como moi certeiramente aponta un amigo nas redes, a abstención andaluza chegou ao 40%. E se de cada 10 persoas con dereito a voto, case a metade non exerceu ese dereito, debería dar que pensar a esa esquerda que segue vendendo lanzas e escudos da fábula chinesa e outros contos nun sistema de crecemento ilimitado.   Unha esquerda industrialista, obreirista que mitifica ao obreiro como clase en si e desbota o de clase para si incluso no bicentenario de Marx. Unha esquerda que non amosa moita solidariedade internacionalista cando se trata de amarrar postos de traballo a calquera prezo, que non loita davondo pola reterritorialización e a reconstrución do tecido comunitario, alén das institucións e que vive de costas aos problemas ecolóxicos do planeta, obnubilada aínda por ese mito do Progreso analóxico, agora xa en versión dixital.

Esperemos que a Vox populi andaluza nos faga reflexionar. Sobre de todo a todos os que se autonomean, esquerdas.



[*Iolanda Teixeiro Rei -Ferrol, activista ecoloxista e decrecentista. Unha das organizadoras do primeiro Congreso Galego de Decrecemento que tivo lugar en Ferrol, no mes de outubro deste ano 2018. Articulista e licenciada en Pedagoxía Social pola USC. Profesora de Tai Chi e Chi Kung en Ferrol. No facebook e no twitter. Artigos no Diario de Ferrol e Sermos Galiza.


Enviado por:

Iolanda Teijeiro
-iolandateixeiro@gmail.com-
3 de dezembro de 2018 15:30
___________

Imaxe: Louise Michel Bonus Track a combatente da Comuna de París.

Monday, December 17, 2018

No me queda más sororidad para dar

No me queda más sororidad para dar – Afroféminas



No me queda más sororidad para dar

Mentiría si dijese que a estas alturas me sorprende la decisión del Juez, que está haciendo lo que se lleva haciendo desde siempre en este país.
Oigo en algunos medios hablar de justicia patriarcal, que seguramente lo será. Pero hermanas, yo sé y vosotras también que lo que ha marcado este caso es la condición migrante de las denunciantes. No ha sido justicia patriarcal. Ha sido, lo que es siempre con nosotras y nosotros, hombres y mujeres de otra piel, otra religión u otra lengua. Ha sido justicia RACISTA.
Porqué las temporeras de Huelva, mujeres árabes, musulmanas y pobres, son todo lo que rechaza esta sociedad engreída y ciega de su falsa superioridad moral. Ellas han puesto a este país frente a un espejo, con un Juez que ni siquiera ha querido escuchar lo que tenían que contarle. ¿Por qué va a escucharlas? Su palabra no vale lo mismo que la de un autóctono. Para que oírlas, si son la no personas, las no humanas, las que no importan.
Queridas mujeres hermanas y aliadas, yo sé y vosotras también, que si hubieran sido hombres marroquís hubieran corrido parecida suerte. Porque el inmigrante, el distinto, no tiene cabida en esta sociedad. Y si la tiene, es para servir y que no proteste. Porque bastante hacéis con dejarle estar en vuestro maravilloso mundo, recogiendo vuestras fresas, limpiando vuestras casas, fregando vuestros suelos, siendo vuestro objeto de odio y culpabilización.
Muchas de mis hermanas están pidiendo en la redes sororidad a otras mujeres, y han sido convocadas varias concentraciones de protesta en muchas ciudades del país. Es un loable esfuerzo muy loable. Es más de lo que ha sucedido en otras ocasiones, y tras la puesta en evidencia de medios como el nuestro, que denunciamos la pasividad del feminismo hegemónico cuando se trata de mujeres racializadas las víctimas.
Escribo esto antes de esas concentraciones que tendrán lugar hoy y mañana. Pero hermanas y aliadas, sé y vosotras sabéis que serán pocas personas las que acudan. Pocas mujeres  blancas acudirán y seguramente, no llenarán las calles como cuando “La Manada” fue puesta en libertad.
Y quiero deciros  que estoy harta y cansada. Hermanas y aliadas, quiero contaros que estoy triste y llena de dolor. No puedo dar más amor a quien me lo niega. No puedo dar mi mano a quien la esconde cuando la levanto para alcanzar el borde y sacar la cabeza.
No puedo, no quiero vivir más decepciones. No quiero ser esa amiga que espera y que nunca es correspondida. Esa a la que se le dan palmaditas y se admite para hacer la buena acción del día.
Porque ya no espero nada de vosotras, yo ya soy, y eso no tiene vuelta a atrás. No quiero una esquina, ni un pedacito. No quiero una limosna inclusiva.
El año pasado, a pesar de la decisión de Afroféminasyo decidí hacer la Huelga del 8 M. Fue una decisión meditada y en la que creía. Por eso y por lo que ha venido sucediendo durante este año os comunico que no haré huelga el próximo 8M.
Hermanas y aliadas, ya no me queda más sororidad para dar.


Ayomide ZuriAyomide Zuri    @ayomidezuri
Redactora de Afroféminas, Cáceres

Wednesday, December 12, 2018

Noam Chomsky | Entrevista

Noam Chomsky | Entrevista | Neoliberalismo | El Viejo Topo





Incluimos aquí un fragmento de una conversación sostenida entre Chomsky y Lydon, extraída de Comments Off on Destroying Democracy, en la que el veterano activista vincula la laminación de los valores democráticos con la caída de la tasa de beneficios y la solución dada por los poderes políticos y económicos a esa caída: el neoliberalismo.

 Todo lo que te pedimos es que nos expliques dónde estamos en este mundo, cuando…
—Eso es fácil.
 …cuando tanta gente está al borde de algo, de algo histórico. ¿Puede hacernos un sumario?
—Bueno, un breve sumario, creo que si se le echa un vistazo a la historia después de la Segunda Guerra Mundial, algo extraordinario ha sucedido. En primer lugar, la inteligencia humana ha creado dos bombas capaces de acabar con nuestra existencia –o como mínimo con nuestra existencia organizada–, ambas después de la Segunda Guerra Mundial. Una de ellas nos es familiar. De hecho, las dos lo son. La Segunda Guerra Mundial terminó con el uso de las armas nucleares. Fue inmediatamente obvio el 6 de agosto de 1945, un día que recuerdo muy bien. Fue obvio que la tecnología se iba a desarrollar hasta el punto de un definitivo desastre.

En 1945, el Bulletin of Atomic Scientists inauguró su famoso Reloj del Apocalipsis. Se puso en marcha cuando faltaban siete minutos para la medianoche. En 1953 ya se había movido dos minutos hacia la medianoche. Ese fue el año en que los Estados Unidos y la Unión Soviética hicieron explotar sus bombas de hidrógeno. Pero resulta que ahora comprendemos que al término de la Segunda Guerra Mundial entramos en una nueva era geológica. La llamamos Antropoceno, la era en que los humanos producen un impacto severo, de hecho casi desastroso, sobre el medio ambiente. El reloj volvió a cambiar en 2015 y, de nuevo, en 2016. Inmediatamente después de la elección de Trump, a finales de enero del año pasado, el reloj se volvió a adelantar, faltando solo dos minutos y medio para la medianoche, lo más cerca que ha estado desde 1954. Así que hay dos amenazas existenciales –que pueden, en el caso de que haya una guerra nuclear, exterminarnos; y, en el caso de catástrofe medioambiental, crear un impacto severo sobre nuestra forma de vida– y quizás más.

Ocurrió un tercer acontecimiento. Empezando alrededor de los años setenta, la inteligencia humana se dedicó a eliminar, o por lo menos a debilitar, a las principales barreras contra estas amenazas. Lo llaman neoliberalismo. Hubo una transición en la época que algunos denominaron estado de bienestar, los cincuenta y los sesenta, con un gran periodo de crecimiento, de crecimiento igualitario, progreso en la justicia social y así…

La socialdemocracia…
La social democracia, sí. A veces se le llama “la edad de oro del capitalismo moderno”. Esto cambió en los setenta, cuando se estableció la era del neoliberalismo en la que vivimos desde entonces. Si te preguntas qué clase de era es, pues su principio fundamental es desactivar los mecanismos de solidaridad social y soporte mutuo, y el compromiso popular en la determinación de las políticas.
No se llama así. Se le llama “libertad”, pero “libertad” implica subordinación a las decisiones de un poder concentrado, no responsable, privado. Eso es lo que significa. Las instituciones gubernamentales –u otros tipos de asociaciones que posibilitan la participación de la gente en la toma de decisiones– son sistemáticamente debilitadas. Margaret Thatcher lo dijo muy educadamente: “la sociedad no existe, solo existen individuos”.

De hecho, estaba parafraseando, seguramente de forma inconsciente, a Marx quien, en su condena de la represión en Francia, dijo “la represión está transformando a la sociedad en un saco de patatas, solo individuos, una masa amorfa que no puede actuar conjuntamente”. Era una condena. Para Thatcher, es un ideal –y eso es el neoliberalismo. Destruimos, o como mínimo desacreditamos los mecanismos de gobierno a través de los cuales la gente, al menos en principio, puede participar en la medida en que esa sociedad sea democrática. Así que debilitadlos, desacreditad a los sindicatos, a otras formas de asociaciones, dejadlos como un saco de patatas y, mientras tanto, transferid la toma de decisiones a poderes privados y no responsables; todo con la retórica de la libertad.
Noam Chomsky
¿Qué conlleva esto? La única barrera que nos protege de estas destructivas amenazas es una sociedad comprometida, una sociedad informada y comprometida que actúe conjuntamente para desarrollar los medios que permitan hacer frente a estas amenazas y responder a ellas. Esta ha sido sistemáticamente debilitada, deliberadamente. Quiero decir, en los setenta hablábamos de esto. Hubo un gran debate entre la élite sobre el peligro de que hubiera demasiada democracia y la necesidad de lo que llamaron “moderación” en la democracia, para que la gente fuera más pasiva y apática, para que no moleste demasiado; eso es lo que hacen los programas neoliberales. Lo mezclas todo y ¿qué sale? Una tormenta perfecta.

Todo el mundo ve los titulares, con el Brexit, Donald Trump y el nacionalismo hindú y el nacionalismo en todas partes y Le Pen; se ponen más o menos juntos y sugieren un fenómeno mundial real.
—Está claro y era predecible. No se puede saber en qué momento pero, cuando se imponen políticas socioeconómicas que conducen al estancamiento o al declive para la mayoría de la población, a deslegitimar la democracia, a que las decisiones políticas no estén en manos del pueblo, el resultado es gente descontenta, enfurecida y atemorizada. Y este es el fenómeno que, de forma engañosa, se conoce como “populismo”.

—No sé qué piensas de Pankaj Mishra pero a mí me gusta su libro “La edad de la ira”, que empieza con una carta anónima a un periódico de alguien que dice “Deberíamos admitir que no solo estamos aterrorizados sino que también estamos desconcertados. Desde el triunfo de los vándalos en Roma y el norte de África, nada ha sido tan incomprensible y difícil de revertir”.
—Ahí está el fallo del sistema informativo, porque es muy comprensible y muy obvio y muy simple. Fíjate, por ejemplo, en los Estados Unidos, que ha sufrido mucho menos por estas políticas que otros países. Toma el año 2007, un año crucial justo antes del derrumbe. ¿Cómo era aquella magnífica economía que era tan elogiada en aquél momento? Era una en la que los salarios de los trabajadores americanos, de hecho, eran más bajos que en 1979, cuando empezó el periodo neoliberal.
Este hecho no tiene precedentes históricos, exceptuando situaciones tras catástrofes, guerras o cosas parecidas. Fue un periodo largo en el que los salarios reales habían decrecido, aunque se amasaron riquezas en algunos bolsillos. También fue una época en la que se crearon nuevas instituciones, instituciones financieras. Si nos fijamos en los años cincuenta y sesenta –la llamada época dorada– los bancos estaban conectados con la economía real. Esa era su función. No había caídas en la banca porque había regulaciones de los mercados financieros.

A principios de los años setenta hubo un cambio drástico. En primer lugar, las entidades financieras se inflaron a gran escala. En 2007 obtuvieron un 40% de beneficios. Por lo tanto, dejaron de estar conectadas a la economía real.
En Europa, la forma en que se desacredita a la democracia es muy directa. Las decisiones están en las manos de una troika que no ha sido elegida: la Comisión Europea, que no se vota; el FMI, por supuesto no votado; y el Banco Central Europeo. Ellos son los que toman las decisiones. Así que la gente está enfadada, está perdiendo el control de sus vidas. Ellos son los que sufren las consecuencias de las políticas económicas, y el resultado es ira, desilusión, descontento, etcétera.

Hemos visto en las pasadas elecciones francesas que los dos candidatos eran ajenos al establishment. Los partidos centrales se han hundido. Lo vimos en las elecciones americanas. Dos candidatos fueron capaces de movilizar a las masas: uno de ellos era un multimillonario odiado por el sistema, el candidato republicano que ganó las elecciones –pero fijaros en que una vez toma posesión es el antiguo sistema el que dirige el país. Puedes manifestarte en contra de Goldman Sachs durante el periodo de campaña, pero asegúrate de que se encarguen de la economía cuando seas presidente.

Así que la cuestión es, en un momento en que la gente está casi lista para actuar y casi lista para reconocer que este juego no funciona, ¿tenemos la capacidad, como especie, de actuar en consecuencia, de adentrarnos en ese estado de perplejidad y, más adelante, pasar a la acción?
—Pienso que el destino de nuestra especie depende de ello; recuerda, no es solo desigualdad, estancamiento, estamos ante un desastre terminal. Hemos creado la tormenta perfecta. Estos deberían ser los titulares de cada día. Desde la Segunda Guerra Mundial hemos creado dos medios de destrucción. Desde la era neoliberal hemos desmantelado la forma en que los manejamos. Esas son nuestras tenazas, eso es a lo que nos enfrentamos y, si no resolvemos ese problema, estamos acabados.

Quiero volver al libro de Pankaj Mishra “La edad de la ira” por un momento. No es la edad de la ira, es la edad del resentimiento contra las políticas socioeconómicas que han dañado a la mayor parte de la población durante las últimas generaciones que, conscientemente y como principio, han desvirtuado la participación democrática. ¿Por qué no debería haber ira?

—Pankaj Mishra lo llama –es una palabra nietzscheana– “resentimiento”, que hace referencia a un cierto tipo de ira explosiva. Pero él dice que “es la característica distintiva de un mundo en el que la promesa moderna de igualdad colisiona con una masiva disparidad de poder, educación, estatus, y….”
—Esto ha sido diseñado así. Mira los años setenta: en el panorama, el panorama de la élite, había una gran preocupación con el activismo de los años sesenta, un período tumultuoso. Hizo que el país se convirtiera en civilizado, lo que para ellos puede ser peligroso. Lo que pasó es que grandes sectores de la población –que habían sido pasivos, apáticos, obedientes– intentaron entrar en la escena política de una u otra forma para presentar sus intereses y preocupaciones. Los llaman de “especial interés”. Eso significa minorías: la gente joven, los ancianos, los agricultores, los obreros, las mujeres… En otras palabras: la población. La población es un “especial interés” y su función es observar en silencio; esto está claro.

A mediados de los setenta se publicaron dos documentos bastante importantes. Venían de lugares opuestos en el espectro político, ambos influyentes y ambos alcanzaron las mismas conclusiones. Uno de ellos, relativamente más a la izquierda, fue escrito por la Comisión Trilateral –los liberales internacionalistas, tres de los grandes países industrializados, la administración del presidente Carter, beben de esa fuente-. Es el más interesante, “La crisis de la democracia”, un informe de la Comisión Trilateral. Samuel Huntington, de Harvard, miraba con nostalgia los días en los que, como él dice, Truman era capaz de dirigir el país con la ayuda de unos cuantos ejecutivos y abogados de Wall Street; en ese momento todo estaba bien, la democracia era perfecta. Pero en los años sesenta todos concluyen que se complicaron las cosas porque los de “especial interés” empezaron a intentar entrar en la política y eso causa demasiada presión, que el estado no puede soportar.

—Recuerdo bien ese libro.
—Necesitamos moderar la democracia.

No solo eso, le dio la vuelta a la frase de Al Smith. Al Smith dijo que “la cura para la democracia es más democracia.” Huntington dijo, “no, la cura para esta democracia es menos democracia”.
—No fue él. Fue el régimen liberal, hablaba en su nombre. Es el punto de vista consensuado de los liberales internacionalistas y las tres grandes democracias industriales. Ellos –en su consenso– concluyeron que la mayor parte del problema es, en sus propias palabras, que “las instituciones son las responsables del adoctrinamiento de los jóvenes”. Las escuelas, las universidades, las iglesias, no están haciendo bien su trabajo. No están adoctrinando a los jóvenes adecuadamente. Los jóvenes tienen que volver a ser pasivos y obedientes, entonces se arreglará la democracia. Eso sería el lado izquierdo.

Pero, ¿qué hay en el lado derecho? Un documento muy influyente: “El memorando Powell”, que se publicó al mismo tiempo. Lewis Powell, un abogado de empresa y, más tarde, juez del Tribunal Supremo; escribió un memorando confidencial para la Cámara de Comercio de EEUU que fue muy influyente y que, más o menos, desencadenó el moderno “movimiento conservador”. La retórica es bastante disparatada. La visión general es que una izquierda alborotadora se ha apoderado de todo. Tenemos que utilizar los recursos de los que disponemos para vencer a esta izquierda desbocada que está dañando la libertad y la democracia.

Pero hay algo más. Como resultado del activismo de los años sesenta y la militancia laboral, hubo una caída de la tasa de beneficio. Esto no es aceptable, así que había que revertir esta caída, había que debilitar la participación democrática. ¿Qué llega? El neoliberalismo, que tiene exactamente esos efectos.

Entrevista realizada por Christopher Lydon y publicada en el nº 361 de El Viejo Topo, febrero de 2018