Friday, November 25, 2022

Petrocalipsis (PDF): Un best seller muy incómodo para los ideólogos del crecimiento. Por Antonio Turiel

Petrocalipsis (PDF): Un best seller muy incómodo para los ideólogos del crecimiento. Por Antonio Turiel | La pupila insomne

Petrocalipsis (PDF): Un best seller muy incómodo para los ideólogos del crecimiento. Por Antonio Turiel


«Un libro, en el que se nos dice por fin a las claras: ¡no, no y mil veces no! a tantos cuentos de hadas con los que hemos adormecido nuestras conciencias. Usemos la luz de la razón y despejemos las sombras, y, una vez que sepamos adónde no debemos dirigirnos, comencemos a iluminar el camino para saber cuál es el mejor destino posible de entre los lugares a los que nos
gustaría ir.

Screenshot 2022-11-24 at 10-02-44 Petrocalipsis Crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar - Petrocalipsis-Antonio-Turiel.pdf«Yo no me hago muchas ilusiones con este libro. No es esta la primera vez que alguien del mundo académico intenta alertar del disparate que, sin embargo, es la única directriz válida para
nuestros gobiernos y que corre el riesgo de arrastrarnos al abismo (como evidencia, la lacra del paro y el subempleo). Sé que algunos adeptos a la ideología del crecimiento, que son muchos y tienen acceso a los grandes medios de comunicación, tomarán tal o cual dato de este libro, lo retorcerán, lo sacarán de contexto y dirán algo así como que digo cosas que en realidad no aparecen en este libro. Se ha hecho antes y se volverá a hacer ahora. La principal diferencia entre el presente y el pasado es que ahora mismo se nos están acumulando tantos problemas y de tal gravedad, que perder el tiempo en discusiones espurias puede ser fatal para la continuidad de nuestro orden social.»

(Fragmento del prólogo al libro Petrocalipsis, de Antonio Turiel)

Descargar libro completo en el enlace https://lapupilainsomne.files.wordpress.com/2022/11/petrocalipsis-antonio-turiel.pdf

Wednesday, November 16, 2022

Socialdemocracia de guerra, por Xan López (en EL CUADERNO)

Socialdemocracia de guerra – El Cuaderno
BRUGHEL



/ por Xan López /

En portada: The Menin Road, de Paul Nash (1918)

El neoliberalismo nace como idea en la segunda posguerra, en 1947, con la Sociedad Mont Pelerin de Hayek Mises. Tiene su segundo nacimiento ensangrentado en el golpe de Estado de Chile, en 1973 y su big bang en 1979 (es el año del shock Volcker, el año en el que Deng comienza su mandato y el gran giro capitalista chino visitando Washington DC, el año en el que Thatcher llega al poder…). Se consolida gradualmente en la década de los ochenta, y con la caída del Muro de Berlín algunos sueñan con un imperio de mil años. El 11-S no le hace mucha mella, pero la gran crisis financiera de 2007-08 comienza a resquebrajar sus cimientos. Desde ahí, comienza a morir a la manera de Hemingway. Primero, poco a poco. Después, desde 2020, de golpe.

En términos históricos, la época de su dominio mundial es un parpadeo. Nada. Apenas treinta años. Sin embargo la transformación antropológica que ha logrado es profunda. Es ya un lugar común, fue incluso su lema extraoficial, pero volvamos a decirlo: no somos capaces de imaginar una alternativa. O no lo fuimos durante mucho tiempo. La misma idea de un cambio histórico sustantivo se volvió inconcebible, y la prueba es la avalancha de escepticismo que recibe cualquiera que anuncie que el neoliberalismo, de hecho, está muriendo. Es bastante común que los que aparentan ser más cínicos sean los mayores creyentes en la solidez eterna de las instituciones neoliberales. Esa contradicción es la esencia de nuestra subjetividad. Fukuyama, mal que nos pese, acertó de pleno en la radiografía de nuestras almas.

C. D. Powell, asesor de Margaret Thatcher, recomienda la lectura del artículo original de Francis Fukuyama en 1989. El subrayado es de la primera ministra.

¿Qué vendrá después del neoliberalismo? En un texto anterior, a partir de la debacle del gobierno Truss en el Reino Unido, intenté perfilar mínimamente las fuerzas que hoy en día luchan por transformar el capitalismo mundial. La más pujante hoy en día en los países occidentales es la que llamé «mundialización socialdemócrata». No es la única fuerza, nada garantiza que se imponga. Algunos de sus enemigos son peores, pero su victoria no será necesariamente buena. De hecho, podría ser catastrófica. Creo que es la que pide con mayor urgencia un análisis cuidadoso, por dos motivos. Primero, y principalmente, porque muchos determinantes históricos duros empujan hacia algún tipo de socialdemocracia de guerra como solución política en el bloque occidental. Es una resolución probable. Segundo, porque ese cinismo paradójicamente ingenuo que antes he mencionado, muy común en la izquierda, huye por acto reflejo de cualquier cosa que pueda interpretarse como un giro progresista de la realidad. Aunque sea superficial. Basa buena parte de su identidad en ese distanciamiento del conflicto cotidiano de la realidad capitalista, lo que le condena por sistema a análisis más basados en esencias que en el conocimiento ínitimo de alguna de las partes del proceso. Como dice Thea Riofrancos, «sin duda el pesimismo nos protege del trauma psicológico que la decepción acarrea», pero también nos impide ver aperturas cruciales para la intervención política.

Una periodización relámpago de la crisis del neoliberalismo debería ser suficiente para hacernos entender la cantidad de amenazas a las que está sujeto. La gran crisis financiera aplastó el mito de la autorregulación de los mercados. Desde entonces, ya nadie duda de que la autonomía de estos depende del soporte constante y entusiasta de los Estados y sus bancos centrales. El fracaso sistemático de las soluciones de mercado a la crisis climática, y la protesta creciente ante la inacción, fueron moviendo el centro de gravedad de la solución preferida entre las élites a lo que Daniela Gabor llama «consenso de Wall Street»: el mercado no desaparece como agente e inversor fundamental, pero los Estados deben de nuevo intervenir para eliminar riesgos, identificar sectores críticos, facilitar la transformación económica verde. Más recientemente la crisis de la COVID-19 multiplica las amenazas: sentimos en nuestras carnes la fragilidad de la producción just-in-time, la deslocalización de los sectores críticos a países lejanos (¡y en algunos casos «enemigos»!). Los shocks a las cadenas de suministros obligan de nuevo a la intervención, el rescate, la planificación. Los Estados coordinan a las empresas logísticas, gastan a fondo perdido en vacunas, fijan precios, pagan los salarios de sectores económicos completos… Finalmente, la invasión de Ucrania. Sanciones económicas y financieras sin precedentes. Bloqueo de exportaciones. Por primera vez en la historia, la Organización Mundial del Comercio tiene que valorar formalmente una petición (por parte de Rusia) para suspender temporalmente las reglas del libre comercio debido a la célebre excepción del artículo XXI sobre seguridad nacional del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés). Hace pocos días los Estados Unidos imponían sanciones a China contra la importación de chips de última generación, cruciales en su industria comercial y militar. Se podrían añadir más crisis, detallar las que he mencionado. Quizás ninguna de ellas por separado supondría una amenaza existencial para el neoliberalismo. Todas ellas unidas, la célebre policrisis, certifican un fin de época.

La conclusión inmediata es que los Estados deben arrogarse cada vez más y más funciones de gestión y control de la producción económica, algunas veces de la más elemental reproducción social. No por gusto, no por inclinación política, sino como una cuestión de pura supervivencia. Un Estado que crece de esta manera necesita de un presupuesto cada vez mayor, una capacidad operativa cada vez mayor. El Estado de la policrisis es incompatible con la lógica austeritaria. Lo demuestra el derrumbe de Truss. Lo demuestran los sucesivos pliegues en la UE ante la contundencia de los hechos. Lo demuestra la existencia de un nuevo bloque social en los Estados Unidoscapaz de sacar adelante un estímulo industrial sin precedentes en la era contemporánea. A partir de esto uno podría pensar que la socialdemocracia ha vuelto, que una especie de fin de la historia a la inversa ha pulverizado el statu quo. El big-crunch de 2022 (¿del 24 de febrero de 2022?) como cierre simétrico del big-bang de 1979.

Aquí hay que hilar fino. Es innegable que esto es mejor que la fanatización suicida del proyecto neoliberal. Es innegable que el aumento en el gasto público y la dirección de la economía pueden suponer cierto respiro (N.B.: por primera vez en veinte años ha bajado el precio del transporte público en Madrid; no lo consiguió ninguna movilización interna de las clases populares, sino el rodillo del nuevo consenso occidental). Es innegable que este giro supone una apertura propicia para la intervención política. La mejor oportunidad en décadas. Cuando estemos entre quienes no entiendan esto, habrá que repetirlo. Cuando estemos entre quienes lo tengan claro, podremos hacer algunos matices.

El primer matiz es que el apellido de esta nueva socialdemocracia sería el de la guerra. En cierto sentido, claro, la socialdemocracia siempre ha sido de guerra. Nace en la forma en la que la entendemos hoy en día con el derrumbe del mundo del libre comercio bajo hegemonía británica causado por la primera guerra mundial. Es la ideología dominante en el bloque occidental ante las amenazas interiores (movimiento obrero) y exteriores (bloque socialista). Es una ideología que existe para la guerra y por la paz social. Aquí, de nuevo, en la contradicción está la esencia. Hoy en día, sin embargo, la situación no es exactamente la misma que hace varias décadas. El movimiento obrero, como tal, ya no existe. La amenaza interna esta vez es el auge de lo que se ha dado por llamar populismo de derechas. La socialdemocracia de guerra también es un intento de recomponer ciertos consensos sociales en las democracias liberales ante la supuración reaccionaria del vacío social neoliberal. Se basa en entender el desencanto y la pobreza como cuestiones de seguridad nacional. Como un frente por el que pueden atacarnos nuestros nuevos enemigos exteriores, que ya no son el viejo bloque socialista aunque sí compartan en buena medida su posición geográfica.

Evolución del gasto militar mundial. Los EE.UU. tienen su propia representación para no distorsionar exageradamente al resto. Line goes up.

El segundo matiz es que la nueva socialdemocracia de guerra nace en un mundo que ya estaba completamente globalizado. Un mundo que el propio Occidente había globalizado a sangre y fuego, con la pretensión de un beneficio general (si bien desigual y combinado) al final del proceso. Branko Milanovic augura, o contempla, la vuelta del mercantilismo y los bloques comerciales y la dificultad política de ir en contra de ideologías e instituciones pensadas para garantizar esa globalización liberal. En este nuevo mundo se comparten tecnologías y cadenas de valor con aquellos con los que también se comparten valores. El off-shoring indiscriminado ha muerto, sustituido por el friend-shoring. Occidente, en conjunto, intentaría amasar sus ventajas históricas en un último gran intento de parar la rueda de la historia para quedar de nuevo en la cima. Comenzar otra guerra fría para volver a vencer en ella. Fukuyama hoy en día anima con júbilo a las tropas ucranianas para su victoria total sobre Rusia. Quizás en unos años vuelva a predecir siglos de relativo aburrimiento histórico en el imperium occidental, o quizás el fascismo, la crisis climática y las armas de destrucción masiva nos lleven a un fin mucho más oscuro.

¿Qué posición tomar? Rechazamos «los retiros idílicos que toleran la injusticia con aparente bondad». Queremos hacernos cargo de la situación. La socialdemocracia de guerra es una opción real que no puede ser ignorada. Es un intento de recomposición del centro ante la amenaza del derrumbe generalizado. Tiene una vocación, en su límite, imperial. Supone ciertas ventajas sobre el mundo del que venimos, también ventajas sustanciales sobre algunas de las alternativas contra las que compite. Nos acerca, también, a peligros gigantescos. Es, posiblemente, nuestro Leviatán Climático. No es difícil imaginar un proyecto alternativo, internacionalista; una solución global y colectiva a la concatenación de crisis que llamamos normalidad. El problema siempre está en la traducción política de la imaginación. Decía Tronti que según Marx el único problema importante es el del siguiente paso. Quizás hoy el siguiente paso sea inevitablemente el de empujar a la socialdemocracia de guerra más allá de sus límites. Entender que aquello que trae de positivo viene irremediablemente unido a aquello que trae de peligroso. Conseguir las condiciones para su superación en la lucha contra los enemigos de la doma del capitalismo, que son los enemigos de la vida.

Querríamos poder apoyar lo necesario de este socialismo de guerra: la repolitización explícita de lo cotidiano, la aceleración de la transición energética, los inicios de un tímido disciplinamiento del capital. Querríamos también poder resistir lo que tiene de peligroso: la remilitarización, la lógica de los bloques antagónicos, la subordinación sin fin ante la cuestión de Estado. Por desgracia, nunca es fácil distinguir lo necesario de lo posible, y quizás lo peligroso siempre es condición de posibilidad de lo bueno. Ahora, como siempre, seguimos condenados a tratar de identificar las fronteras entre estos mundos. Según Emilio Santiago Muíño, el único programa ecologista viable es el del «anto Green New Deal como sea necesario, tanto decrecimiento como sea posible». Recogemos su reflexión y la exageramos, como única forma de tocar la verdad terrible de nuestro tiempo: tanta socialdemocracia de guerra como sea necesaria, tanta guerra a la socialdemocracia como sea posible.

Artículo originalmente publicado en Amalgama el 31 de octubre de 2022


Xan López es miembro del think tank ecologista Contra el Diluvio.

Saturday, November 12, 2022

El preso político Alaa Abd El-Fattah y el clima de represión en Egipto durante la COP27

https://www.democracynow.org/2022/11/11/el_preso_politico_alaa_abd_el





El preso político Alaa Abd El-Fattah y el clima de represión en Egipto durante la COP27





Amy Goodman y Denis Moynihan
Delegados de los países que integran las Naciones Unidas se encuentran reunidos en Sharm El Sheikh, un exclusivo balneario egipcio situado en la costa del mar Rojo, para sostener dos semanas de negociaciones en busca de un consenso para abordar la crisis del cambio climático. Desafortunadamente, esta crucial cumbre —conocida como COP27 por ser la 27.a Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático— tiene como país anfitrión a Egipto, cuyo Gobierno es uno de los más represivos del mundo. El actual presidente autoritario de Egipto, Abdel Fattah el-Sisi, era general cuando en enero de 2011 el Ejército egipcio se negó a reprimir el levantamiento popular conocido como la “Primavera Árabe”, que tuvo como epicentro la plaza Tahrir de la ciudad de El Cairo. Después de que las masivas manifestaciones del pueblo egipcio provocaron la caída de Hosni Mubarak —el dictador respaldado por Estados Unidos que gobernó el país durante 30 años— se celebraron elecciones y se formó un Gobierno elegido democráticamente. Ese Gobierno no duró mucho. En 2013, un golpe de Estado militar, seguido de una elección fraudulenta, puso a el-Sisi en el poder, un autócrata que cuenta con el pleno apoyo del Gobierno de Estados Unidos a pesar de ser más autoritario que Mubarak.
Un ejemplo de la brutalidad del régimen que encabeza el-Sisi es el encarcelamiento del escritor y activista egipcio-británico Alaa Abd El-Fattah, de 40 años. Alaa ha permanecido encarcelado durante la mayor parte de los últimos diez años por defender con firmeza la democracia y la libertad. Este reconocido activista fue una figura clave durante la Primavera Árabe: inspiró a mucha gente con sus palabras y creó herramientas para que la población se pudiera expresar libremente en Internet. Pero en el violento Estado policial egipcio, con un sistema ubicuo de vigilancia y una policía secreta omnipresente, abogar por la libertad es un delito. Tras estar encarcelado de manera arbitraria y abusiva durante una década, Alaa Abd El-Fattah inició una huelga de hambre hace más de 220 días. El 6 de noviembre, al tiempo que se inauguraba la COP27 y los líderes mundiales comenzaban a llegar a Sharm el-Sheikh, Alaa intensificó su ayuno y también dejó de ingerir agua. Sin una intervención internacional inmediata, es probable que Alaa muera en prisión antes de que finalice la cumbre climática.
La madre de Alaa, Laila Soueif, ha estado esperando todos estos días en el exterior de la prisión donde está encerrado su hijo para que le den alguna prueba de que sigue vivo. Laila es una profesora de matemáticas que también es una reconocida activista por los derechos humanos. Este jueves, funcionarios penitenciarios informaron a la familia que Alaa recibió “una intervención médica”, pero no brindaron ningún detalle sobre esa intervención ni sobre su estado de salud. La organización Human Rights Watch le ha advertido a Egipto sobre la “imposición de tratos crueles, inhumanos y degradantes” contra los prisioneros y le ha señalado que “la huelga de hambre es un acto político”.
Un abogado de Alaa recibió permiso para visitarlo en la cárcel, pero, al llegar a la puerta de la prisión, se le negó la entrada.
Las hermanas de Alaa, Mona y Sanaa, organizaron el mes pasado una acción de protesta frente a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores en Londres, en la que pidieron al Gobierno del nuevo primer ministro, Rishi Sunak, que intervenga para que Alaa sea liberado y trasladado al Reino Unido. Sunak, quien viajó a Egipto para participar de la COP27, escribió a la familia: “Le seguiré recalcando al presidente el-Sisi sobre la importancia que le damos a que se llegue a una resolución rápida del caso de Alaa y el reclamo de que se termine el trato inaceptable que está recibiendo”. Sanaa, de 28 años, también está participando de la COP27 y ha contribuido a poner los derechos humanos como un eje prioritario de la agenda sobre la justicia climática. La activista, que también ha pasado tres años en prisión, ha sido amenazada con ser nuevamente detenida.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tiene una enorme influencia sobre el Gobierno egipcio y también viajó a Sharm El Sheikh para participar de la cumbre sobre cambio climático. Un total de 56 congresistas estadounidenses lo han instado a exigir la liberación de Alaa. Mientras hacía campaña para las elecciones presidenciales de 2020, Biden publicó en Twitter un mensaje de apoyo a otros disidentes egipcios encarcelados: “Arrestar, torturar y forzar al exilio a activistas […] o amenazar a sus familias es inaceptable. No más cheques en blanco para el 'dictador favorito' de Trump”, decía Biden en ese entonces.
En lugar de saludar con el puño al dictador el-Sisi, al igual que lo hizo con el líder autocrático de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, Biden debería exigir la liberación inmediata de Alaa y de todos los demás presos políticos actualmente encarcelados en Egipto. En un mensaje publicado en redes sociales, Laila Soueif advirtió a Biden y a otros líderes mundiales que están asistiendo a la COP27: “Si Alaa muere, ustedes también tendrán las manos manchadas de sangre”.
En 2019, Mada Masr, uno de los últimos medios de prensa independientes que quedan en Egipto, publicó un artículo sobre la crisis climática escrito por Alaa, que también aparece en un libro suyo de reciente publicación titulado “You have not yet been defeated” (Aún no has sido derrotado).
En dicho artículo, Alaa expresa: “La crisis, por cierto, no es una crisis de conciencia, sino de rendición ante la idea de la inevitabilidad de la desigualdad. Si lo único que nos une es la amenaza, entonces cada persona o grupo se movilizará para defender sus intereses. Pero si nos unimos en torno a la esperanza de un futuro mejor, un futuro en el que pongamos fin a todas las formas de desigualdad, esta conciencia global se transformará en energía positiva. La esperanza es necesaria para tomar acción. Nuestros sueños color de rosa probablemente no se harán realidad. Pero si nos dejamos vencer por nuestras pesadillas, el miedo nos matará antes antes de que nos sorprenda el Diluvio”.
Alaa Abd El-Fattah debería estar en la COP27 alzando su voz ante los líderes mundiales, no en una prisión egipcia al borde de la muerte.
© 2022 Amy Goodman

Monday, November 07, 2022

La salud de las personas presas, (omnia sunt conmunia) por Gonzalo Tejerina Lobo

 Estimados/as compañeros/as :

El motivo de esta carta es haceros participes de mi preocupación por el tema de salud de las personas presas, por un doble motivo: 
1.La injusticia y falta de derechos en que se encuentran una gran mayoría de estas personas en las que predomina la pobreza y marginación social sobre el reproche penal de que son objeto, en relación a la magnitud de sus hechos delictivos (pequeños hurtos y robos funcionales -para obtener dinero o sustancias a las que son adictos en unos casos o simplemente para sobrevivir en otros) 
2.La desatención y/o abandono de la atención sanitaria que sufren y a la que tienen derecho, y que nunca debería ser excusada ni formar parte añadida a la pena de privación de libertad.

Los datos, porcentajes, informes y estudios comparativos sobre los que emanan de la sociedad al otro lado de los muros, vienen a constatar cómo tanto las cifras de muertes (3 por semana) sean por causa de enfermedades comunes, o los fallecimientos por sobredosis de tóxicos y también los suicidios casi siempre se triplican dentro de los muros. Especialmente en el periodo de vigencia de las medidas anti COVID, ya que fué  utilizado con rigor extremo para implementar las situaciones de aislamientos, contenciones mecánicas excesos en la reducción de los reclusos La pérdida de casi 3000 visitas a consultas hospitalarias en 2020(último año del que se conocen cifras) justificadas en la falta de medios de seguridad para los traslados, son algo más que excepcionales, también las comunicaciones ...hablan por sí solos. Ahora la situación se agrava, aún más si cabe pues la mitad de los médicos penitenciarios ya han abandonado el barco (solo se han cubierto 3 de casi 300 vacantes), la dotación de personal de salud mental es ínfima cuando los trastornos susceptibles de tratar profesionalmente afectan a casi la mitad de la población reclusa, de tal modo  que el deterioro a que aludíamos  deja inermes a las personas .Pero aún hay  otro paso hacia atrás como es la privatización ya iniciada de carácter cuartelario.-no puede ser de otramanera ya que tienen que obtener beneficios de su gestión y los sacarán de recortarlo todo un poco más. 
Es en este contexto que proponemos la alternativa autogestionaria, que vamos a presentar en La casa de las Palabras de Valladolid el próximo viernes día 11:
Básicamente consiste, bajo la idea omnia sunt conmunia ,en fomentar el apoyo mutuo para afrontar todos los problemas de salud, mentales y físicos y contando con el entorno de cada recluso/a , sin el que no sería posible desarrollar este planteamiento. De todo ello trataremos en la charla debate y en cualquier colaboración que surja desde entonces.
Recibid un abrazo de
Gonzalo Tejerina Lobo